¿Hacia dónde va la alternancia?

Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del lunes 17 de septiembre de 2018. ¿Hacia dónde va la alternancia?: sustitución de un grupo gobernante por otro e incluso un cambio de régimen; pero… AMLO y las élites: baile de tiburones. De chivos, circos y corrupción. El arrebato de Jiménez Espriú…

Rayuela

El dato del desfile de ayer en el balcón presidencial no fueron las presencias, sino las ausencias.

¿Hacia dónde va la alternancia?

Samuel Aguilar Solís, en El Financiero escribe que: “La alternancia política que la ciudadanía de manera mayoritaria demandó ejerciendo su soberanía el pasado 1º de julio en México no sólo significó la sustitución de un grupo gobernante por otro, sino marcó un claro cambio de rumbo, incluso un cambio de régimen. Dicha alternancia es producto no sólo de la voluntad ciudadana, sino de una democracia que optó por un profundo cambio institucional, de la mano de quienes ofrecieron acabar con privilegios, gobernar con austeridad, combatir con el ejemplo la inseguridad y se convirtieron indudablemente, en una alternativa impulsada por las interminables reformas electorales, que esperaban una elección cerrada y gobiernos divididos. (…) Esta larga y anticipada transición ha anunciado austeridad y reformas profundas, pero también ha empezado a toparse con una realidad que ha obligado al grupo triunfador a reconsiderar la posibilidad de cumplir con lo ofrecido durante la campaña, así como a enfrentar las consecuencias de algunas contradicciones en la selección de funcionarios de primer nivel y en la actuación de quienes ya están empezando la difícil tarea de gobernar: el Congreso de la Unión. La alternancia en el poder implica remoción pacífica de los gobernantes en turno, y hasta hoy, la comunicación no se ha roto a pesar de que México tiene hoy dos Presidentes que parecen estar en funciones, con visiones distintas y con un margen de diferencia de popularidad abismal. La alternancia que se ha hecho llamar la cuarta Transformación por el Presidente Electo Andrés Manuel López Obrador, ha estado marcada por una prisa sin precedentes que hasta hoy, ha puesto a la sociedad dividida ya desde la elección en un enfrentamiento en redes sin afectar hasta hoy la aprobación del Presidente electo. Sin embargo; resulta preocupante atestiguar la falta de argumentos y el cambio de rumbo que parecía tener claro el gobierno que está a casi 10 semanas de tomar posesión, generando incertidumbre en un contexto ya incierto con variables exógenas que generan incertidumbre, como la negociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, el impacto en los mercados financieros de la implementación de las medidas anunciadas desde mucho tiempo antes de poderse implementar, así como algunas endógenas como el futuro de la Reforma Energética. Además, a pesar de un cambio institucional con una mayoría abrumante, propone Puntos de Acuerdo para exhortar al Gobierno Federal a vulnerar nuestra Carta Magna, suspendiendo las evaluaciones a docentes, por ejemplo, en lugar de ejercer su facultad legislativa y proponer Iniciativas para Reformar las Leyes que conforman la Reforma Educativa. Especial mención merece el acuerdo alcanzado para modificar la Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos, frente a la falta de acuerdo para reducir el sueldo a Legisladores. (…)  ¿Hacia dónde va esta transición?”

AMLO y las élites: baile de tiburones

En sin embargo, Jorge Zepeda Patterson escribe sobre el contexto de López Obrador y la presidencia “casi” a su cargo: “El próximo presidente de México va a necesitar echar mano de toda la lucidez de la que sea capaz pero también de sus zonas oscuras. Tendrá que ser un conciliador para encontrar consensos y un impertinente tozudo si quiere sacar adelante algunas de sus promesas; perdonador de pecados en aras de la estabilidad y, al mismo tiempo, justiciero para impedir que su generosidad se traduzca en impunidad. Sabe que algunos de los empresarios con los que ahora intercambia abrazos son unos pillos, o que la mayor parte de los líderes sindicales que le apoyan han llegado allí gracias a la manipulación y la corrupción; pero también sabe que es imposible mover a este país en confrontación abierta con los poderes reales. Para decirlo con crudeza, los grupos de interés intentarán usar en su beneficio al próximo presidente (ya lo están haciendo) y este a su vez buscará utilizarlos para impulsar su ambiciosa agenda de cambio del país. Uno y otros pretenden usarse mutuamente en un duro juego de amagos, sonrisas y abrazos, golpes bajo la mesa, tirones y jaloneos. En este mar de tiburones la ingenuidad goza de una muy corta esperanza de vida. El poder presidencial hace mucho que dejó de ser omnímodo. La globalización, los contrapesos que provocó la alternancia, el peso del crimen organizado, la fragmentación del territorio, la complejidad de la sociedad mexicana provocan que Palacio Nacional carezca de muchos botones y palancas necesarios para tripular los destinos de la Nación. Peor aún, tales botones y palancas están dispersos en una miríada de protagonistas desde las redes sociales, Facebook y compañía, hasta el peso decisivo de un cártel de la droga en las sierras de Michoacán o en las calles de Acapulco; pasando, desde luego, por empresarios, trasnacionales, sociedad civil, iglesia, medios de comunicación, partidos y gobiernos de oposición, órganos autónomos o semi autónomos y un largo etcétera. López Obrador tiene a su favor que arranca con un poder que ningún presidente tenía desde hace treinta años (el último, Carlos Salinas). Tendrá mayoría en las cámaras y un control sobre su partido que nadie ha gozado en décadas (y la expresión “su partido” en este caso es literal). Arrancará el sexenio con un apoyo popular inusitado gracias al 53 por ciento con el que triunfó, pero sobre todo por la exasperación de los ciudadanos, hartos de la corrupción y la inseguridad, y su deseo de un cambio. (…) En este juego de astucias el tiempo es oro. En más de un sentido es una carrera contrarreloj. La inercia de la toma de posesión y el cambio de régimen genera una luna de miel y un apoyo popular que está a la vista. Pero irá menguando, a menos que algunas de las expectativas que abriga la población comiencen a satisfacerse. La opinión pública no entiende de matices, pero AMLO tendrá que echar mano de todos ellos para sacar adelante algún logro significativo, visible e impactante. El problema es que los otros tiburones también lo saben y muchos de ellos no estarán dispuestos a concederlo en su afán de ganar tiempo y esperar a que la desilusión de los ciudadanos lo debilite. Lo dicho, una danza de tiburones”.

De chivos, circos y corrupción

Ricardo Raphael escribe en El Universal, sobre las declaraciones de López Obrador en torno al caso Rosario Robles: “En septiembre de 2017, periodistas respetables de Animal Político y Mexicanos contra la Corrupción revelaron que, entre 2013 y 2014, la Secretaría de Desarrollo Social, encabezada entonces por Rosario Robles Berlanga, habría desviado fondos del erario por aproximadamente 2 mil 200 millones de pesos, a través de universidades públicas y empresas fantasma. La Estafa Maestra es una pieza de periodismo de investigación que ganó reconocimiento internacional. El jueves 22 de febrero de 2018 el candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, exigió que se investigara a Rosario Robles por ese supuesto desvío de fondos. El miércoles 4 de julio la Auditoría Superior de la Federación inició procedimiento ante la Procuraduría General de la República en contra de 72 personas y empresas, entre ellas 63 funcionarios de la Sedesol, por la firma de contratos irregulares y un presunto desvío de fondos públicos. El miércoles 12 de septiembre Román Meyer, futuro secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano del gobierno federal, dijo que revisaría las denuncias contra la actual titular de la Sedatu, Rosario Robles. El sábado 15 de septiembre, Día de la Independencia, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador corrigió la plana a todos los actores anteriores, incluido él mismo, cuando declaró que Rosario Robles era un chivo expiatorio y las acusaciones en su contra eran un circo. “Nosotros no vamos a perseguir a nadie, no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente… de que se agarraba a uno, dos, tres o cuatro… como chivos expiatorios y luego seguían con la misma corrupción”. A pregunta expresa precisó que si había “investigaciones abiertas se van a continuar, pero eso no corresponde al Ejecutivo, eso va a depender del Poder Judicial”. Lleva razón López Obrador cuando recuerda la época en que los presidentes de México, apenas abrían su Administración, encerraban tras las rejas a dos o tres personajes emblemáticos, como ritual sexenal de escarmiento, que luego enmascaraba la sobrevivencia de la corrupción. (…) Ha sido tradición que los presidentes mexicanos utilicen a las instituciones responsables de la procuración y la administración de justicia como escenografía para mostrar su poder, torciendo en ocasiones la ley y los procesos, con tal de aplicar un castigo ejemplar. Sin embargo, tan inconveniente resulta que desde el Ejecutivo se opere para demostrar la culpabilidad de alguien, como que por hacer lo contrario se exonere calificando, antes de juicio, de chivo expiatorio a quien podría haber actuado equivocadamente, o que se acuse de circo al esfuerzo serio y riguroso de investigación que diversas instituciones y organizaciones han emprendido a propósito de los desvíos millonarios presumiblemente realizados por la Sedesol y la Sedatu. Lo que se esperaría del futuro presidente es que no interviniera de ningún modo con respecto a las denuncias y las investigaciones, sin importar que al final una funcionaria importante pise o no la cárcel. Es impreciso cuando López Obrador dice que las investigaciones referidas no son responsabilidad del Ejecutivo, porque será el futuro presidente quien nombre al próximo procurador general de la República y por tanto la independencia de este funcionario será poca a la hora de juzgar si tal o cual imputado es un chivo expiatorio o si el proceso en su contra podría ser un circo”.

El arrebato de Jiménez Espriú

Raymundo Rivapalacio en El Financiero escribe que es injustificable y lamentable que el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, haya desestimado primero, y tomado a la ligera después, la opinión técnica del Colegio de Ingenieros Civiles sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México: “Es conocida su convicción ideológica –porque está metida de esa forma en su cabeza– que la mejor opción para una nueva terminal aérea es la que sugirió su amigo y asesor del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, José María Riobóo, 10 meses después de no ganar la licitación para construir las pistas del nuevo aeropuerto. El Colegio fue una de las instituciones técnicas a las que les pidieron López Obrador y Jiménez Espriú que emitieran su opinión sobre la viabilidad y factibilidad de un nuevo aeropuerto en Texcoco o Santa Lucía, y aportaran elementos al debate público. Así lo hizo el Colegio y determinó que Santa Lucía no era una opción y costaría 66 por ciento más que Texcoco. Jiménez Espriú dijo que estaban mal sus cálculos sin dar a conocer los suyos, basados en expertos chilenos, que dijeron que era Santa Lucía, no Texcoco, donde estaba la terminal prometida, cuyos nombres mantiene en secreto. Hasta ahora no se conoce el proyecto ejecutivo de Santa Lucía, propuesto por él y Riobóo, para que los expertos lo puedan examinar. Sólo palabrería del futuro secretario, que en este caso se acercó más al arrebato contra quienes contradijeron su idea. (…) Otras propuestas que podrían ser consideradas, que se encuentra entre las ideas que quieren incluir los empresarios en el documento final del Consejo Coordinador Empresarial, es que se hagan ajustes en la política aeronáutica que generen fuentes de ingreso y financiamiento adicionales, que incluye otro tipo de impuesto de uso de aeropuerto a pasajeros en conexión, el sistema preclarence, para que se pase migración y aduana estadounidense en México –este modelo, que se aplica en Canadá y parcialmente en Tijuana, también está negociándose– y sea un hub internacional, así como abrir las llamadas quintas libertades, aunque esta posibilidad enfrenta mucha presión de las aerolíneas estadounidenses que, por ejemplo, ha impedido que Emirates, hasta ahora, pueda volar a México. Las posibilidades del cómo sí habrá un nuevo aeropuerto existen claramente. Pero hay que despojarse de arrebatos y aportar información y argumentos. A todos nos beneficiará”.

Chivos y circos

Julio Astillero, en La Jornada, escribe sobre la declaración de López Obrador sobre Rosario Robles: “No ha sido la primera vez que Andrés Manuel López Obrador utiliza la figura del chivo expiatorio para referirse a personajes altamente polémicos. En mayo de este año, en Atlacomulco, estado de México, dijo: Miren lo que le hicieron al mismo Peña Nieto: lo encumbraron, lo impusieron y ya después que no les gustó lo convirtieron en chivo expiatorio. Ahora Peña Nieto es como el payaso de las cachetadas, ellos mismos le dieron la espalda. Horas antes, en San Felipe del Progreso, había explicado que daría el beneficio de la duda al citado Peña Nieto, pues éste se había comprometido a respetar el resultado de las elecciones presidenciales: No quiero hablar mal de Peña Nieto porque no soy hipócrita (https://goo.gl/WPTLwi y https://goo.gl/hhL8Bi ). El 16 de abril de 2017, López Obrador tuiteó, a propósito de la aprehensión de Javier Duarte de Ochoa en Guatemala: “Detienen a Duarte para simular que combaten la corrupción. Pero el pueblo no se conforma con chivos expiatorios, quiere la caída del PRIAN”. Y este sábado respondió de manera inequívoca con un sí a periodistas, quienes le preguntaron si Rosario Robles Berlanga es un chivo expiatorio y las denuncias de corrupción en su contra constituyen un circo. Además de la puntual respuesta positiva a las preguntas periodísticas antes mencionadas, López Obrador explicó los fundamentos de sus consideraciones. En el caso de Robles, señaló que debe irse más allá de los actos espectaculares de cada sexenio, con la vista puesta en los jefes de jefes y con el camino procesal libre para que se presenten denuncias y se avance en ellas, conforme a la división de poderes. (…) En este contexto, la amable reclasificación de Robles y la descalificación de medios, reportajes (el muy premiado, de la Estafa Maestra) e incluso investigaciones oficiales de la Auditoría Superior de la Federación, corren el riesgo de convertirse en una especie de acolchonamiento de la opinión pública para que la amnistía política, el perdón y la transición de terciopelo (una forma de convivencia con la mafia del poder y los jefes de jefes) dejen sin castigo a los grandes responsables de la tragedia nacional, desde presidencias municipales hasta gubernaturas, secretarías de Estado y, desde luego, ocupantes de la residencia de Los Pinos”.

Cura sanguinario

Sergio Sarmiento, en reforma, escribe sobre Miguel Hidalgo y Costilla: “Miguel Hidalgo comandaba un ejército irregular de unas 20 mil personas cuando llegó a Guanajuato el 28 de septiembre de 1810. El intendente Juan Antonio Riaño, gobernante ilustrado y amigo del propio Hidalgo, se negó a rendir la plaza. Unos 300 españoles y criollos se refugiaron, con la escasa guardia de la ciudad, en la alhóndiga de Granaditas, una bodega de granos. La puerta fue quemada (aunque no por El Pípila, quien probablemente no existió) y de inmediato se desató una matanza indiscriminada. Hombres y mujeres fueron degollados en un frenesí de sangre; un niño fue lanzado desde un tercer piso para estrellarse en el patio. Guanajuato sufrió pillajes y desmanes durante 3 días. La matanza y el saqueo provocaron las primeras diferencias entre Hidalgo e Ignacio Allende, quien, horrorizado, responsabilizó al cura de no haber hecho nada para detener los desmanes. Algunos han querido justificar la matanza por el calor del combate, pero semanas después en Valladolid, sin mediar hostilidades, las tropas de Hidalgo asesinaron a unos 40 miembros de familias españolas. Hidalgo tomó también de manera pacífica Guadalajara y, sin embargo, del 12 de diciembre de 1810 al 13 de enero de 1811, cientos de civiles españoles fueron ejecutados. Se habían rendido sin luchar e Hidalgo había prometido respetarlos, pero cada noche, entre 30 y 50 eran llevados a un campo cercano a Guadalajara, donde bajo el mando de Agustín Marroquín, “capitán de bandoleros, torero y amigo personal del cura”, se les mataba “como toros en corrida” (Isabel Revuelta).  “Los ejecutados de Guadalajara ascenderían a 350”, declaró Hidalgo. Cuando en el juicio tras su captura se le preguntó por qué no los había procesado, respondió: “Es cierto que a ninguno de los que se mataron se les formó proceso, ni habría a sobre por qué, porque bien se conocía que estaban inocentes”.

Fuerzas Armadas: relevos y mensajes

Con el Gabinete casi resuelto en su totalidad, entre las pocas definiciones que mantiene en vilo Andrés Manuel López Obrador se encuentra la designación de los titulares de las Fuerzas Armadas. El presidente electo ya definió públicamente –en uno de sus primeros “golpes de realidad”– que sí necesitará del Ejército y los marinos en las calles para continuar la lucha contra el crimen organizado y la inseguridad en el país, ante la debilidad de la Policía Federal, pero aún no decide quiénes serán titulares de las secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina. Y justo en el ambiente previo a esas designaciones estratégicas, el fin de semana pasado estuvo en México la máxima autoridad militar de Estados Unidos: el general Joseph Dundford, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas del vecino país. Ningún medio reportó la presencia del militar de más alto rango en la Unión Americana que visitó el país por dos días para reunirse con el secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos. Este general de cuatro estrellas del Cuerpo de Infantería de Marina (Marines) es el militar de más alta jerarquía en el servicio activo en Estados Unidos y fue invitado “de honor” del titular de la Sedena, tanto en la Ceremonia de los Niños Héroes como en el Colegio Militar, donde presenció un desfile y comió con los jefes de las fuerzas mexicanas. El mensaje que manda esa reunión entre el máximo jefe militar estadunidense y la jerarquía castrense mexicana es la buena relación existente entre los militares de ambos países, aun con los traspiés y declaraciones antimexicanas del presidente Donald Trump. (…) Para el relevo en la Sedena y la Semar los que se mencionan más son los integrantes de la plana mayor entre los funcionarios de ambas secretarías, luego de que López Obrador declarara públicamente que para hacer esas designaciones respetaría “los usos y costumbres de las Fuerzas Armadas”. En esa lógica, aunque no hay aún nada definido, para la Defensa Nacional los candidatos “naturales” a secretarios serían el subsecretario, Roble Arturo Granados Gallardo; el oficial mayor, Eduardo Emilio Zárate; y el jefe del Estado Mayor, Alejandro Saavedra, en ese orden. Mientras que para la Marina, se ve con mayores posibilidades al oficial mayor, almirante José Luis Vergara, al subsecretario, Ángel Enrique Sarmiento Beltrán, y al jefe del Estado Mayor de Semar, Luis Alcalá, también en ese orden”.

Comentócratas, lean esto

Viridiana Ríos escribe en Excélsior sobre el nivel de debate entre la comentocracia mexicana: “AMLO llegó al poder porque los mexicanos creyeron en su diagnóstico: la necesidad de que el “pueblo bueno” emprendiera una lucha contra la “mafia del poder”. A la comentocracia esto le parece de risa loca. Un diagnóstico simplista y divisor. Ríos de tinta se han vertido llamando a AMLO populista y a sus seguidores, “los enojados”. Y si bien es cierto que este diagnóstico suena simplista y divisor, la forma en la que la comentocracia reacciona ante este diagnóstico demuestra que no entiende, o no quiere entender, al México que está fuera de las Lomas. A la comentocracia mexicana le da flojera hacer su chamba. La comentocracia de este país ha perdido la capacidad de cuestionarse, y de preguntarse por qué, algo que le parece evidente y necesario al 53% de los votantes, a la comentocracia le parece populista o llanamente ignorante. Una mejor comentocracia, una que buscara cuestionarse trataría de entender qué yace detrás de ese “diagnóstico simplista” de AMLO y, sobre todo, de su contundente aceptación pública. Y es que, lo que AMLO simplistamente llama “la mafia del poder” es, en traducción tecnocrática (para decirlo como a la comentocracia les gusta), un capitalismo de cuates que ha terminado por crear monopolios que deprimen los sueldos y aumentan los márgenes de ganancia de los productores. Un enraizado “amiguismo” en el otorgamiento de contratos públicos y de plazas públicas. Una clase política que se ha convertido en un culto al poder por encima de un culto al servicio público. Pero no, la comentocracia prefiere reírse del concepto “mafia del poder” antes que entenderlo. Así de soberbia es. Una comentocracia que se cuestionara a sí misma vería que lo que AMLO llama “el pueblo bueno” es, en traducción tecnocráctica, el ciudadano que ha visto su poder adquisitivo disminuir en los últimos seis años y que ha continuado laborando porque no tiene alternativa en un mercado laboral segmentado. Pero no, la comentocracia prefiere burlarse del concepto “pueblo bueno”, ver en AMLO la llegada de un “caudillo tropical” que abandera un enojo irracional en contra de las élites y obsesionarse con decir que este país está mejor que hace medio siglo. Así de poco ambiciosa es la comentocracia. Para ellos, que se mueran menos niños por diarrea es avance. Cuando que muriera uno solo niño por diarrea en pleno 2018 debiera ser suficiente para cuestionar los “avances” por completo. Por ello, mi columna es un llamado. Hago llamado a la comentocracia a que deje de jugar este juego flojo e infantil de tildar de ignorante o poco acertado todo lo que AMLO propone. Y en lugar de ello se centre en entender qué yace detrás de lo que AMLO propone y de su popularidad. Identifiquen el problema. Piensen por qué le hace eco a la gente. Propongan mejores soluciones a las que AMLO propone. Critiquen en el fondo, no en la superficie. (…) Hagámosle un favor a México, a AMLO y a la oposición y dejemos de tener una comentocracia de niños enojados. De gente estudiada que le faltó, en el día a día, estudiar con humildad a su país”.

@loscabareteros