¿Qué tan mexicanos son los cárteles mexicanos?

Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del jueves 28 de noviembre 2019. ¿Qué tan mexicanos son los cárteles mexicanos?: En vez de asustarnos por la presunta declaración de Trump contra los cárteles mexicanos, habríamos de tomarle la palabra porque a México le urge que ese país coopere en el desmantelamiento de sus empresas criminales que han arrebatado la paz y tranquilidad a muchísimos mexicanos.

Rayuela

“Para tranquilidad de las mentes mezquinas, Evo Morales dejó su refugio en instalaciones militares. Ya paga sus gastos. ¿Todo bien?”.

¿Qué tan mexicanos son los cárteles mexicanos?

Ricardo Raphael, El Universal: “Entre los dos prepararon bien la dinamita. El periodista Tim O’Reilly y el presidente Donald Trump son amigos desde hace treinta años y ambos pactaron dar a conocer información que iba a hacer temblar la relación entre Estados Unidos y México. —Si otro país asesinara 100 mil estadounidenses con armas, tendríamos que declararle la guerra a ese país —sentenció O’Reilly para luego añadir—; los carteles mexicanos de la droga han asesinado a más de 100 mil estadounidenses, cada año, a través de la importación de narcóticos peligrosos: ¿va usted a designar a esos cárteles como grupos de terroristas? Y Trump confirmó: —Esos carteles serán designados grupos de terror. Hay, en las afirmaciones del periodista, una pila alta de premisas deshonestas que bien valdría desnudar, antes de continuar hurgando en la trampa tendida por estos dos viejos compinches. En primer lugar, es infame equiparar a un país con las empresas criminales que operan dentro de sus fronteras. No porque en los Estados Unidos haya decenas de miles de personas desquiciadas, dispuestas a disparar contra inocentes, Estados Unidos puede ser calificado como un país desquiciado. Sería injusto armar que, porque Patrick Crusius asesinó a más de veinte individuos de nacionalidad mexicana en una tienda de autoservicio en el Paso Texas, entonces los Estados Unidos, como país, debe ser señalado como responsable de la tragedia. Una cosa es que las empresas criminales dedicadas al trasiego de drogas peligrosas causen daño en ambos lados de la frontera y otra muy distinta que los países donde éstas operan deban ser emplazados a enfrentar las consecuencias de una guerra. En segundo lugar, cabría discutir si esas empresas criminales son realmente mexicanas. De acuerdo con el senador republicano David Perdue, el negocio de las drogas traficadas ilícitamente a través de la frontera entre los dos países vale alrededor de 500 mil millones de dólares. Sin embargo, de ese monto hipotético, mientras el 80% de las ganancias se reparten en los Estados Unidos, en México solo se queda el 20% restante. Si 8 de cada 10 dólares que deja este negocio ingresan a la economía de los Estados Unidos, esas empresas son principalmente estadounidenses, y no mexicanas. Otra evidencia de la verdadera nacionalidad de estos cárteles es la geografía desde donde sus líderes operan su negocio. Vale recordar, por ejemplo, que Pablo Vega, líder de los Guerreros Unidos, condujo desde la ciudad de Chicago el operativo que llevó a la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Este caso no es aislado, los verdaderos mandos de estas empresas criminales radican en EU, desde ahí coordinan sus negocios, mientras disfrutan de una vida libre de persecución y castigo. Prueba de ello es que, independientemente de las atrocidades cometidas, hoy Pablo Vega es hombre libre gracias al arreglo que obtuvo con la justicia del país vecino. Un argumento más para decir que estas empresas son más estadounidenses que mexicanas lo ofrece el mapa que todos los años actualiza la DEA sobre la presencia de los supuestos cárteles mexicanos en territorio estadounidense. Mientras, por ejemplo, el Cártel de Sinaloa ocupa una pequeña fracción del territorio noroeste mexicano, en los Estados Unidos esa misma empresa cubre una geografía diez veces superior que va desde Kansas hasta Boston y desde Florida hasta Minnesota. (…) La designación de grupo terrorista debiera hacerse hacia los grupos estadounidenses que tanta violencia y mortandad han provocado en México. (…) En vez de asustarnos por la presunta declaración de Trump contra los cárteles mexicanos, habríamos de tomarle la palabra porque a México le urge que ese país coopere en el desmantelamiento de sus empresas criminales que han arrebatado la paz y tranquilidad a muchísimos mexicanos”.

Superman tiene una agenda

Jorge Zepeda Patterson, El País: “La intención de Donald Trump de designar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas ha provocado corrientes eléctricas en la espina dorsal de buena parte de los mexicanos. En las versiones más catastrofistas algunos ya se imaginan el ataque de un dron al capo que baila música banda en una boda en una ranchería de Culiacán. ¿Es una baladronada más de Trump o el inicio de una nueva pesadilla? ¿Cuán factible es que Trump lo haga en los hechos? Hay dos vías para declarar terrorista a una organización de acuerdo a las leyes estadounidenses; la primera es tortuosa y requiere una petición justificada por parte del Departamento de Estado al Congreso. La segunda vía consiste simplemente en una orden ejecutiva del presidente y punto. Algo que Trump puede hacer en cualquier momento. La argumentación para designar como terrorista a una organización se centra en dos argumentos. Por un lado, que las acciones del grupo califiquen técnicamente como de índole terrorista: groso modo, acciones directas contra la población e instalaciones con la intención de coaccionar, intimidar o transmitir algún otro mensaje a un público más amplio que no sea a las víctimas inmediatas. Y segundo, organizaciones cuya actividad amenaza la seguridad de los ciudadanos estadounidenses o la seguridad nacional (es decir las relaciones exteriores y los intereses económicos de los Estados Unidos). En este momento la lista oficial de organizaciones clasificadas como terroristas por el Gobierno de la Casa Blanca asciende a 68, entre ellas las FARC y el ELN de Colombia; la gran mayoría remiten al medio y lejano oriente. No obstante nunca había sido incluida una agrupación que no tuviese un propósito político o ideológico explícito. La inclusión de los carteles de la droga sentaría un precedente con profundas implicaciones. Ni siquiera la organización de Pablo Escobar fue clasificada con esta etiqueta, a pesar de recurrir a distintas acciones para aterrorizar a la población y presionar al Gobierno colombiano en contra de la firma de un tratado de extradición (120 carros bomba incluidos). (…) en esa lógica también lo sería el asesinato indiscriminado de clientes de piel bronceada en un Wal Mart por parte de un pistolero que exige la expulsión de latinos y pertenece a una organización supremacista blanca. La segunda condición es más contudente. (…) En un mundo ideal podría no ser una mala idea la decisión de aumentar la presión sobre bandas que el Gobierno mexicano ha sido incapaz de combatir y convierten a los ciudadanos en las primeras víctimas. Algunos quieren ver en Trump y su belicismo al Superman que venga a salvarnos de los villanos. Pero en un mundo real, en el que un soberano impredecible y colérico como Trump nunca ha escondido sus deseos de mortificar a México, por no hablar de la históricamente abusiva agenda del poderoso vecino, la noticia es, en efecto, un motivo para aterrorizarnos”.

AMLO elude chocar con Trump

Julio Hernández López, La Jornada: “Hace bien el presidente Andrés Manuel López Obrador en no reaccionar de manera ríspida ante el amago de Donald Trump de clasificar a los cárteles criminales mexicanos como organizaciones terroristas (con las amenazas a la soberanía mexicana que esa caracterización implicaría). El político tabasqueño ha evitado los pronunciamientos drásticos (apenas unas palabras en la mañanera de ayer) y su canciller, Marcelo Ebrard, ha mantenido el tono diplomático de la previa indagación y la búsqueda de encuentros de alto nivel sobre el tema. Otras áreas institucionales del obradorismo, especialmente en el Senado, han emitido posicionamientos más críticos que, en todo caso, no comprometen formalmente a la Presidencia de la República. La moderación de los ánimos gubernamentales mexicanos proviene de una lectura política más detallada, que encuentra cuando menos los siguientes flancos débiles en el planteamiento del presidente de Estados Unidos: el anuncio fue hecho en un medio de comunicación dirigido a la base social dura de Trump y pareciera inscribirse en una estrategia global en busca de la relección del mencionado Donald; el procesamiento de tal anuncio no puede ser inmediato ni unilateral, así que faltarían muchos elementos para convertirlo en una realidad que permitiera acciones armadas en el país donde residieran los narcotraficantes terroristas y, por otra parte, la acusación que se hiciese a la parte mexicana tendría como contraparte a empresarios, comerciantes y banqueros o financieros que hicieran tratos con los villanos al sur de Estados Unidos (en ese segmento podrían entrar los vendedores fronterizos de armas que luego llegan a los cárteles). Aun así, el debate ha prendido en México y probablemente se mantendrá en EU el uso propagandístico del tema. En nuestro país, el tema ha sido abrazado con pasión beligerante por los dos polos de la discusión pública y, sobre todo, de la asentada en las redes sociales de internet. Un bando considera que el modelo obradorista de atención al tema del crimen organizado no ha funcionado y que una de sus consecuencias negativas es el intento trumpista de intervención en México (intervención que otra franja de la discusión nacional aplaude como opción resolutiva extrema). La otra parte considera que la herencia de un problema agravado por administraciones anteriores no puede ser corregida en poco tiempo y que los ataques a AMLO y sus políticas forman parte de un plan de desestabilización al que algunos llaman golpe blando”.

El dilema de AMLO

Enrique Quintana, El Financiero: “Esta semana El Financiero publicó su encuesta en la que mide la aprobación y desaprobación del presidente López Obrador. El resultado que obtuvo ese ejercicio indica en noviembre una aprobación presidencial de 68 por ciento, frente a un 31 por ciento de rechazo. Algunos amigos, empresarios y analistas, me han expresado su incredulidad. Me dicen que no es posible que con el cero crecimiento económico, con hechos como los de Culiacán o el asesinato de los LeBarón, entre muchas cosas, no se haya caído la popularidad presidencial, que se mantiene virtualmente constante desde mayo. También me expresan que, en sus entornos inmediatos, perciben claramente un rechazo al presidente mucho mayor al que refleja la encuesta y que, si observan redes sociales, particularmente Twitter, también perciben ese ambiente crítico. Les creo lo que dicen, pero también les explico que la población reflejada en la encuesta es mucho más amplia y diversa que la que uno puede percibir en su entorno inmediato. Por otra parte, el tener la aprobación de la mayoría no quiere decir necesariamente que se estén haciendo bien las cosas. Pero, en las democracias, vence quien tenga esa mayoría, haga las cosas correctas o no. López Obrador, además, ha conseguido algo que no se veía en México desde hace muchos años: ha logrado que se disocie la aceptación del presidente de la República de la aceptación de sus políticas. No es sorpresa que, en materia de seguridad, el 52 por ciento califique la política aplicada con mal y muy mal, y solo 26 con bien o muy bien. En términos económicos, quizás algunos se sorprendan de una aprobación de 39 por ciento y solo un 34 por ciento de rechazo, a pesar del estancamiento económico en el que hemos estado. En este caso los “otros datos” de los que a veces habla el presidente sí existen y tienen que ver con el poder adquisitivo de los salarios, con las remesas y con programas sociales, que han mejorado la condición de mucha gente. En cualquier caso, AMLO consigue aparecer aún como un líder político que trasciende a las políticas concretas que su gobierno emprende. (…) No sabemos cuánto tiempo pueda durar este comportamiento. Podría cambiar en los siguientes meses o tal vez durar un año o más. Un dilema que enfrentará AMLO en la segunda mitad de 2020 será el riesgo de que su popularidad no pueda ser transmitida a Morena y que el éxito de su partido en las elecciones de 2021 sea mucho menor al que tuvo en 2018. Con la revocación de mandato fuera del calendario electoral y con un partido que está metido en serios conflictos internos, un escenario nada improbable es que, pese a la popularidad presidencial, Morena perdiera la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados en 2021. Algunos objetan este escenario señalando que sería factible siempre y cuando existieran partidos de oposición robustos. (…) Con una Cámara de Diputados en la que Morena no tuviera el control pleno, la historia de este sexenio puede cambiar completamente”.

@loscabareteros