«El 2023 será recordado en México como el año en que el fentanilo dejó de ser una mera nota al pie en artículos académicos para convertirse en titular de periódicos nacionales.
Nos habíamos acostumbrado a hablar de la crisis del fentanilo en Estados Unidos. Como si de una tradición se tratara, al final de cada año, en automático, registrábamos la nueva cifra de muertos en ese país como consecuencia del consumo de opiáceos sintéticos. En 2021 fueron 80 mil, la inmensa mayoría de fentanilo. Casi todos hombres de comunidades vulnerables. En México recibíamos los números con compasión, quizás tristeza, pero nunca como exhortación. El aviso del peligro que golpeaba nuestra puerta.
Todavía no tenemos todas las piezas para armar la fotografía completa de la crisis del fentanilo en México. No hay encuestas de consumo (la última Encuesta Nacional data del 2017) y el Gobierno federal mantiene, contra toda evidencia, la narrativa de que en el país no sólo no se sintetiza la sustancia, sino que tampoco se consume. Los números oficiales son inverosímiles: para 2022, la Secretaría de Salud, a través de su Observatorio Mexicano de Salud Mental y Consumo de Drogas, registró 333 casos de demanda de atención por uso de fentanilo. A la luz de los datos que siguen en este texto, se trata de una cifra imposible de tomar en serio.
A pesar de los puntos ciegos, sí tenemos los fragmentos suficientes para armar la parte central de la fotografía y afirmar, con poco espacio para la duda, que la crisis del fentanilo aterrizó en México sin mayores resistencias»: Carlos A. Pérez Ricart.