La historia de, ¿cuántos?, en Durango

Las mentiras de los políticos

Los políticos no entienden, al contrario, son ellos los que piden comprensión de los otros, los que ahora padecen las consecuencias de sus terribles y equivocadas decisiones

Esta es la historia de un joven constructor de Durango, uno entre tantos. A principios del año que terminó decidió emprender, arriesgarse en el afán de mejorar su propia perspectiva de vida y la de su naciente empresa.

Echó mano de sus ahorros, hipotecó las escrituras de su casa, adquirió deuda a través de sus tarjetas de crédito; el propósito, concursar en licitaciones de obra abiertas por el gobierno del estado.

Consiguió una que otra de diferentes montos. Se le pagaron anticipos para comenzar; que con el tiempo le irían dando los restos. Se puso a trabajar, dio trabajo a otros. Las cosas, decía, irán mejorando poco a poco, lo importante era comenzar.

Con el tiempo, fue entregando lo hecho y recibiendo uno que otro pago, a cuentagotas, pero se mantuvo ahí, al pendiente, esperanzado en que se trataba solo del principio.

Pasaron los días y se convirtieron en semanas, meses, hasta que llegó el periodo electoral. La cautela le aconsejó prender focos ámbar, preguntar, informarse…

… “No te preocupes, vamos a ganar. Tú sigue trabajando. Cuando ganemos a todos nos va a ir bien”. Optimismo abaratado.

Llegó el 5 de junio, día del cambio de gobierno; el cambio esperado por 80 años se hacía realidad… y muchos no creían ni entendían lo que había pasado. La parálisis fue general, incluida la de pagos y el cumplimiento de los compromisos adquiridos. Entonces comenzó el tránsito por oficinas públicas: que alguien ya estaba viendo su caso, que entendiera que no era el único, que muchos asuntos urgían atención y debía esperar.

Llegaron los nuevos funcionarios a tomar posesión de las oficinas, adoctrinados todos en la misma respuesta: no hay dinero. Los pendientes de la administración pasada seguirán pendientes y el próximo año ya se verá.

Han pasado los meses y el joven constructor no tiene trabajo ni puede dar trabajo. Y tampoco tiene respuestas, nadie se las da y nadie hay, al parecer, que tenga el interés de darle alguna. Además, la nueva administración no da trabajo; quizá es comprensible. Sin embargo, tampoco da esperanzas.

El joven constructor ha tocado fondo y está a punto de perderlo todo. Cada día que pasa es para él hundirse un poco más en la desesperación. ¿Qué será de él? Quizá buscar opción en otro lugar, quemar las naves, empeñar sus esfuerzos en otra cosa porque esta ya se pudrió. Solo Dios puede saberlo.

En uno de sus mensajes de fin de año, el papa Francisco afirmó: para hablar de esperanza al desesperado, hay que compartir su desesperación. Esta es una de las aristas del problema por el que ahora muchos atraviesan: los políticos no entienden, al contrario, son ellos los que piden comprensión de los otros, los que ahora padecen las consecuencias de sus terribles y equivocadas decisiones. Como se dice en la milicia: el que manda no se equivoca y si se equivoca vuelve a mandar. A los demás toca obedecer, aunque obedecer sea sinónimo de padecer.

Es la historia de un joven constructor al que los políticos le dijeron que había que creer y creyó. Pronto podría perderlo todo. ¿Cuántos más habrá como él?

@juanlosimental