«Demetrio había peleado en la Revolución y no porque tuviera un bando sino porque quería vengarse de los agentes del Gobierno. Había visto el dolor y también lo había provocado. Y ahora estaba de regreso a casa.
Tenía un hijo, una esposa, un lugar. Pero no quiso quedarse.
—¡Demetrio, por Dios! ¡Ya no te vayas ¡El corazón me avisa que ahora te va a suceder algo! –le dijo ella, bañada en lágrimas.
El niño de ambos lloraba a gritos, cuenta Mariano Azuela en la extraordinaria novela Los de Abajo.
—¿Por qué pelean ya, Demetrio? –lo cuestionaba la esposa. ¿Para qué irse, cuál era su propósito de volver a los batallas?, decía ella.
Y entonces Demetrio tomó una piedra y la arrojó al barranco. Y la piedra cayó y cayó sin que nada la detuviera, hasta perderse en la nada»: Alejandro Páez.




