El chapucero

«Es una situación muy común, o más común de lo que se acepta. Todos en su entorno saben que él es tóxico y que en cualquier momento la va a traicionar, pero ella está tan entusiasmada que nadie se atreve a meterse. La familia y las amigas estaban enteradas de que llevan tiempo viéndose a escondidas y se consolaban con el clásico “ya se le pasará”, “es un capricho”. Y un día, el menos pensado, la pareja aparece en una cena familiar, dispuesta a todo.

Digo, ella puede no ser Cenicienta y quizás tenga su propia historia con uno o con varios de los enanos. Pero él sí es Drácula. A la familia y las amigas no les queda otra que confiar; aceptar y cruzan los dedos para que él, que evidentemente le está chupando sangre, al menos no la abandone el día en que no pueda escurrirle una gota más. Quisieran creer que él ha cambiado, que es mejor, que no la abandonará por la primera que pase en la banqueta presumiendo sus litros de sangre fresca. Pero entienden esa posibilidad porque él es lo que es y ya»: Alejandro Páez Varela.

Sin Embargo