A Villa también lo mató la historia oficial, pero el pueblo lo resucitó

El asesinato de Francisco Villa, la mañana del 20 de julio de 1923, fue «un crimen de Estado», dice el historiador chihuahuense Jesús Vargas Valdés, uno de los principales especialistas en el líder revolucionario.

Se trató de «una emboscada cobarde que se preparó desde los más altos niveles del gobierno en 1923, cuando estaban a la cabeza Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, así como tres gobernadores infames de Zacatecas, Durango y Chihuahua».

De acuerdo con el autor del libro Villa bandolero, quienes se encargaron de organizar a los pistoleros que dieron muerte al Centauro del Norte fueron, principalmente, Gabriel Chávez, jefe de la logia masónica en Parral y aspirante a gobernador de Chihuahua, muy cercano a Obregón, y Jesús Herrera.

También participó un grupo numeroso de empresarios parra-lenses, de los cuales se conocen los nombres de siete u ocho, aunque está convencido de que fueron más, añade el historiador en entrevista con La Jornada al sostener que «con la muerte de Villa, cuando menos, simpatizaron varias decenas y otros tantos hicieron oídos sordos sabiendo que se estaba preparando el complot».

El investigador también menciona la participación del Ejército en los hechos, no sólo porque el contingente militar en Parral se retiró de forma inexplicable a hacer sus ejercicios a un poblado cercano a la hora del asesinato, sino porque «hay serias sospechas» de que desde un edificio que estaba enfrente de donde se acomodaron los pistoleros hubo disparos con parque del Ejército, que pegaron en la parte trasera del vehículo donde fue ultimado Villa.

De acuerdo con Jesús Vargas, «Pancho Villa murió a balazos, pero también lo matan históricamente», pues a partir de 1923 comenzó una campaña desde el gobierno para denostarlo, acusándolo de antirrevolucionario, bandolero y otra serie de adjetivos con el objetivo de desaparecer su figura como héroe.

«Lo que contribuyó a que esa campaña tuviera efectividad fue, en primer lugar, que el villismo en todo el país fue prácticamente eliminado, fue un movimiento derrotado. La mayor parte de los generales que acompañaron a Villa, de los grandes personajes, habían muerto ya; no tenía escritores para la causa, menos periodistas», explica en entrevista.

«Entonces, a través de la prensa, la literatura y de los discursos oficiales, Villa quedó asesinado de la historia. Quien lo va a resucitar es el pueblo», como lo hace también con Emiliano Zapata, sobre todo a partir de finales de los años 60 y las décadas de los 70 y 80 con los grandes movimientos sociales.

Villa fue y ha sido «todos los pobres de México: bandolero, minero, albañil, carnicero. Todas las actividades que identifican a los humildes de la etapa porfirista», pues sufrió la injusticia y la persecución, «por eso su capacidad de identificarse con los de su clase. El personaje tuvo y tiene la capacidad de interpretar los anhelos, inquietudes y deseos de toda la gente que se va a ir sumando a la Revolución, además de las enormes capacidades militares que lo hicieron famoso».

La Jornada