Astillero

«El sentido del tiempo (de la oportunidad) es muy importante en política: saber cuándo decir y hacer algo, valorar las circunstancias y decidir el momento en que determinada acción (declarativa o ejecutiva) obtendrá los mejores resultados.

Marcelo Ebrard está dejando pasar momentos valiosos, pues en momentos críticos para su reacomodo político, su relanzamiento –si tal fuera la intención– ha optado por presentar un recurso jurídico ante un órgano de la misma Morena que dice rechazar (paso necesario para después ir al tribunal federal, siempre en clave de pertenencia al morenismo), por mantener ligas formales y expectativas de arreglo en un entorno en el que ha dicho que ya no tiene lugar, por mantenerse un poco más o incluso seguir en un morenismo que asegura se parece más al PRI (en el que el ex canciller desarrolló la fase más formativa de su carrera, durante el salinismo).

En lugar de mostrarse como un político decidido y directo, capaz de retar sin subterfugios al poder del que abjura, Ebrard busca cargar a Morena la responsabilidad de su posible salida. No asume una postura de militante (aquel que aun estando en contra de ciertas decisiones o resultados asume la legalidad interna), sino de antagonista apenas embozado que creará su propio movimiento, desarrollará su propia gira y mantendrá la opción de irse a otro partido. Todo, a cuenta de la resolución que emita la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ).

Hay enamorados que suavizan sus rupturas asumiendo la culpa para eximir a la otra parte, pero Marcelo prefiere jugar el rol de víctima: No soy yo, eres tú, en lugar de aspirar a construir un liderazgo fuerte, valiente, tajante. Ricardo Monreal eligió, durante el desierto al que lo condenó Palacio Nacional, adoptar tono y discurso como de cura de pueblo, mientras Ebrard adopta temporalmente una actitud de apariencia sosiega, entre predicador y postulante»: Julio Hernández.

La Jornada