Calderón, mudo y apestado

«En un viejo recorte de periódico leí lo que seria una confesión de Genaro García Luna: “No hay policías corruptos, sino delincuentes infiltrados en la policía”.

Lo dijo ante procuradores de Justicia y secretarios de Seguridad Pública estatales, en una reunión en Morelos, el 10 de febrero de 2007. Habían pasado sólo dos meses de que Felipe Calderón, político prominente del PAN, lo hizo el jefe de la falsa guerra contra el crimen organizado para el que, en realidad, trabajaba.

Tres lustros después, una vez acreditado en Estados Unidos que García Luna era un narcotraficante infiltrado en la Policía Federal desde el Gobierno de Vicente Fox -también del PAN- Calderón comienza a padecer los afectos adversos e indeseables de la culpabilidad de su mano derecha, cuya responsabilidad por lo menos política en esos delitos es insoslayable, pese a que en España se esconda detrás de los banqueros y empresarios que benefició en su sexenio.

La primera humillación pública de Calderón fue a suspensión, de manera indefinida, del inicio del curso que impartiría en el Instituto Atlántico de Estudios, la escuela propiedad del exjefe del Gobierno español José María Aznar, para lo cual obtuvo un permiso de residencial y de trabajo en octubre del año pasado»: Álvaro Delgado.

Sin Embargo