Lo descubre el ex secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú: en la fallida edificación del aeropuerto en Texcoco no hubo ni un centavo de la iniciativa privada y nunca se conoció el proyecto detallado para la construcción del edificio central. Era un hoyo financiero brutal.
Considerada como la cumbre del periodo neoliberal, en torno a la supuesta y lujosísima terminal aérea, se levantaron más mentiras que ingenieros en infraestructura sobre el fangoso terreno del estado de México.
Aquel 17 de julio de 2020, el ingeniero Javier Jiménez Espriú, hasta ese momento secretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, tomó un par de decisiones: abandonar el gobierno y derrumbar las falsedades usadas para defender el proyecto de la administración de Enrique Peña Nieto desde la plataforma de los datos duros, de la investigación en un libro que hoy es best seller y que se llama La cancelación: El pecado original de AMLO.
En mi opinión no se trataba de un proyecto que iba bien; no se trataba tampoco de un proyecto financiado con capital privado y su cancelación no obedeció a un capricho político, así queda asentada esta tesis al principio del libro, que a manera de prólogo escribe el abogado Javier Jiménez Gutiérrez, hijo del ingeniero Jiménez Espriú, en diciembre de 2021.
Por su parte, el autor del libro argumenta a La Jornada que muchas opiniones a favor del aeropuerto en Texcoco y en contra del Felipe Ángeles surgieron con información parcial, que se conectaba con una serie de datos sesgados, mentirosos, con verdades a medias, que en muchas ocasiones eran mentiras dolosas. Hoy en este libro no hay más que verdades.
–Entonces, ingeniero: ¿era el aeropuerto de nunca acabar, el negocio de siempre ganar?
–Yo creo que era una combinación de ambas cosas. En alguna parte del libro yo digo, y lo expresé muchas a veces: era un aeropuerto que no sabíamos ni cuándo lo podríamos terminar, ni cuánto nos iba a costar. Al principio se proyectaron 60 mil millones de pesos para dos etapas, y al final, cuando se canceló, el presupuesto, estaba en 305 mil millones de pesos para la primera. La segunda etapa ya no estaba considerada, aunque se hablaba de otros 10 mil millones de dólares, como consta en documentos que no se hicieron públicos, pero que hoy constan en el libro. Hablamos de 400 mil millones de pesos, cuando menos, y de un gasto millonario constante para el mantenimiento complejísimo de las pistas de aterrizaje en un terreno como el que se había destinado para esa obra.
La Jornada