«La modernidad es obsesiva y asume que todo es medible. Asuntos tan complejos como el desempeño de un gobernante suele trasladarse a una gráfica que proyecta el supuesto consenso nacional. Es muy útil para el poder cuando es favorable a pesar de la mala situación de muchos en su economía, su frustrante experiencia con la autoridad o la pésima seguridad pública. Es un magnífico e irrefutable recurso de propaganda. El pueblo elige en votos y ratifica cotidianamente en encuesta, en ambos casos las razones se transforman en números.
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— @INEMexico (@INEMexico) October 10, 2023
La democracia con toda su complejidad se reduce a cifras; quien obtiene más votos asume el cargo de autoridad o la representación. Hay un viejo debate de la representación popular que se ha revitalizado con las experiencias populistas. En la medida que la política sea rehén de la dictadura de los números, la razón y las mejores causas se extravían al amparo de la representación del pueblo, sin pensar que los gobernantes más votados y más populares son los dictadores y no los demócratas. El aval de los números es propio de la democracia, pero debe entenderse punto de partida, no de llegada, no como licencia para hacer lo que se quiera invocando la voluntad popular, ratificada por los números de la encuesta»: Federico Berrueto.