Loret y periodistas sin paraguas. Urge una prensa independiente

La gran mayoría de los periodistas sobreviven con sueldos miserables. Durante décadas el negocio de los grandes periódicos se hizo a la sombra del poder, aún esa práctica sigue vigente en muchos lados. Los dueños de los medios nunca pierden. Solamente una elite de periodistas obtiene ingresos millonarios, unos por corruptos, otros por servir a los intereses de los grupos de poder.

Mark Twain acuñó la frase de “un banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve”.

Por desgracia así han actuado los políticos y los hombres de poder con los periodistas. En su campaña por el poder Obrador ofrecía el paraíso pero cuando llegó al poder a muchos les quitó el paraguas, especialmente a la prensa, en especial a aquella que estaba identificada con el viejo régimen. Lo malo es que Obrador no sabe qué hacer con el paraguas.

En los tiempos del diluvio político-mediático medio centenar de periodistas han sido ahogados por las balas, mientras miles de trabajadores de los medios de todo el país sobreviven con la esperanza de que alguien les ofrezca un paraguas. Los medios independientes son casi inexistentes. Asfixiados por los recortes a la publicidad del presupuesto oficial muchos medios han dejado de subsistir, mientras la gran prensa carece de lectores. Algunos periodistas y medios se han aliado a grupos políticos y empresariales para actuar conjuntamente en función de sus intereses políticos.

Cuando el periodista Carlos Loret se quedó sin empleo, tras la recisión de su contrato en Televisa después de una relación de 20 años, fue copado por diferentes medios para sumarse a sus filas. Durante años Loret estuvo confrontado con Andrés Manuel López Obrador, y por presiones de éste ya instalado en el poder, Televisa le ofreció su cabeza al tabasqueño. Tras poner punto final con la televisora en agosto de 2019, Loret fue atraído por el nuevo proyecto político-mediático de Latinus, desde ahí le declaró la guerra a su verdugo.

Hace unas semanas cuando Loret divulgó la información de la vida fastuosa del hijo del presidente Obrador, la noticia recorrió a velocidad del rayo y no tardó en aterrizar en Palacio Nacional. El tabasqueño se enganchó y vociferó como si estuviera en un pleito de cantina. Sus desplantes siempre han sido marcados por el insulto. El presidente desconoce la sobriedad de las palabras y la capacidad de escuchar. Obrador quien ha mantenido su popularidad en virtud de sus mil máscaras no ha podido borrar el mismo rostro. Como candidato y como presidente se ha conducido con el mismo carácter pendenciero. Como diría el clásico: no es lo mismo ser borracho que cantinero. Desde que está del otro lado de la barra ha mantenido un discurso belicoso del que nadie escapa. Los periodistas y los medios siempre han estado en el eje de su discurso.

Intolerante a la crítica, cada vez que un medio (nacional o extranjero) hace una evaluación de su manto o denuncia actos de corrupción, el presidente explota. De inmediato recurre a su repertorio de descalificaciones e insultos. Para él, son corruptos los periodistas que lo critican o quienes publican notas adversas a su gobierno. Para el tabasqueño el mundo está regido por gente buena o mala. Así de cerrada es su mente y su mundo.

Proceso