Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del martes 06 de noviembre de 2018. Estamos en un momento maquiavélico, porque la República está ante un gran riesgo, el de renacer o el de desaparecer: Salinas de Gortari… El diálogo o el insulto, de ida y vuelta… La “traición de Proceso”. La polarización somos todos…
Que cada ex presidente se atenga a la pensión que le corresponde. Como lo hace toda la ciudadanía.
La República puede desaparecer o renacer: Salinas de Gortari
Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México, afirmó que a 500 años de la primera publicación de El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, se puede decir que “muchos gobernantes y políticos han leído esa obra, pero pocos la han entendido”. El mandatario mexicano de 1988 a 1994, subrayó que “estamos en un momento maquiavélico, porque la República está ante un gran riesgo, el de renacer o el de desaparecer”. Durante su participación en la ponencia “Realismo e idealismo en Maquiavelo”, que se realizó en el Instituto Mexicano para la Justicia (IMJUS), mencionó que, como dijo el florentino, “el riesgo es alto para la República si las circunstancias cambian y el gobernante no cambia su forma de proceder, porque las Repúblicas también perecen”. “Lo más difícil para un gobernante es cambiar su actuar ante un fenómeno inesperado”, enfatizó Salinas de Gortari. Destacó además que “quien se prepara para gobernar tiene que prepararse para el golpe inesperado, para el cambio inesperado”. Maurizio Viroli, politólogo e historiador en la Universidad de Princeton, indicó que Maquiavelo siempre fue un “realista particular” que amó a su patria y a su prójimo. Puntualizó que el realismo de Maquiavelo iniciaba desde el momento de asimilar que “la política es verdaderamente muy difícil, que no sólo es recabar hechos, sino comprender las palabras y los gestos de los príncipes y de los pueblos”. Viroli subrayó que uno de los grandes legados del florentino fue el de enfatizar sobre el conocimiento de la historia, porque “la historia se repite siempre, es cíclica”. Luigi Maccotta, embajador de Italia en México, lanzó un cuestionamiento respecto a quién sería en estos tiempos el nuevo Maquiavelo, “¿un hombre, una mujer, un gobierno, el Internet, la sociedad civil?”. Salinas y Maurizio Viroli fueron presentados como “dos grandes maquiavélicos”, y el moderador dijo que “Maquiavelo está observando este evento desde algún infierno y está dibujando una sonrisa en su rostro”.
El diálogo o el insulto, de ida y vuelta
La polarización no sólo se da en el ámbito internacional, sino también en el nacional con la figura de AMLO, pues en el Excélsior, el periodista Jorge Fernández Menéndez, escribe que: “lo ocurrido este fin de semana con la famosa portada de la revista Proceso es de locos y demuestra el grado de polarización que se ha inoculado en la sociedad con costos todavía impredecibles […]. Tampoco es diferente a lo que también ha hecho Proceso en forma frecuente, sobre todo, desde el retiro de Julio Scherer García de su dirección editorial: sacar portadas muy duras que no están respaldadas por la información que lleva en sus interiores. Me parece, en ese sentido, una mala praxis periodística, pero están en su derecho a hacerlo. En esta ocasión esa portada se basaba en una entrevista […] con el jurista Diego Valadés, un hombre afín al Presidente electo […]. No es válido lo que periodísticamente hizo Proceso, pero tampoco lo son los desgarres de vestiduras y los ataques a un medio que tampoco estaba, en su portada y mucho menos en interiores, ‘atacando’ al Presidente electo, sólo advertía del peligro de algo que le ha ocurrido a la mayoría de los presidentes que he conocido: la tendencia a aislarse, encerrar en un entorno cada día menor, encapsularse y terminar llevando al fracaso su proyecto político o parte del mismo. El tema merecía y merece una reflexión serena, como la que hace Valadés, se esté o no de acuerdo con ella. No una feria de excesos en redes sociales donde se refleja el grado de enfermedad social que estamos sufriendo con una polarización […]. El diálogo debe ser circular, pero primero tiene que ser un diálogo, no un rosario de insultos. Por cierto, buena parte de este cataclismo tiene origen en la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco. Como ya hemos dicho, ésa fue una demostración de poder y autoridad del Presidente electo […]. La alternativa tendría que ser clara: hay que privatizar lo que queda de la obra, hacer que la iniciativa privada […] ponga los recursos para concluir y administrar el nuevo aeropuerto en sociedad con el gobierno federal, si hubo malos manejos, transparentarlos, y si es posible castigar a los responsables. De esa forma ni se perdería lo ya invertido, ni se asumirían los costos de la cancelación de la obra ni tampoco de emprender algo inoperable como Santa Lucía. Sería una decisión de ganar-ganar y se inscribiría en ese diálogo respetuoso y de ida y vuelta que propone el presidente López Obrador”.
Alejandro Páez Varela, en SinEmbargo, escribe sobre la portada “incómoda” de la revista Proceso: “Sábado y domingo se hizo un escándalo en redes por la portada de la revista Proceso. Hubo quien calificó de “traición” la cabeza y la entrevista, que cuestionan el proyecto político de Andrés Manuel López Obrador. Se trata de un texto del periodista Álvaro Delgado basado en una conversación con el constitucionalista Diego Valadés. Le pregunta: –¿Prevé que López Obrador gobierne a capricho? Valadés contesta: –A mí no me preocupa eso. A mí me preocupa una persona sola enfrentada a una constelación de intereses; entonces estamos destinados a naufragar. Para que tenga éxito el Estado mexicano en esta nueva etapa, sí, el Presidente debe ser el que encabece; es Presidente, preside; es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, pero si no se fortalece toda la estructura del poder del Estado, entonces no tiene nada que hacer. Más adelante, el abogado dice: “Para que [AMLO] tenga éxito, se necesita que quienes gobiernen sean las instituciones políticas muy sólidas; y entonces sí, a pesar de que estemos actuando no contra un poder económico nacional sino contra poderes económicos de todos los niveles, incluyendo los internacionales, cuando tengan enfrente no a una persona, sino a un Estado con instituciones muy poderosas, las relaciones van a cambiar”. […] “Si realmente se quiere independencia del poder político frente al poder económico no es a partir de construir a un personaje que se enfrente a un sistema de poder económico: es construyendo todo un sistema institucional que le dé robustez a ese poder político. De otra manera, lo que intenta hacer se van a quedar en declaraciones y actitudes personales, no en cambios institucionales”. Yo he escuchado exactamente las mismas preocupaciones entre simpatizantes de Morena; incluso de miembros de Morena. Exactamente las mismas observaciones. Es una preocupación de muchos que Andrés Manuel base su Presidencia en él, y no en instituciones robustas. ¿Qué pecado hay en eso? ¿No nos sirve, a todos, tenerlo claro y estar atentos? ¿No le sirve ese texto incluso a Morena y al Presidente electo para mejorar o al menos para pulsar a un segmento de la sociedad que tiene sus dudas y preocupaciones? La reacción, sin embargo, fue atacar al mensajero (Álvaro) y acusar a Proceso de “medio chayotero”. Siendo crítico (y no es mi intención darle lecciones a nadie), a la portada le faltó la atribución: un “dice Diego Valadés que…”; lo mismo que en la cabeza de interiores; no es la más correcta. Se les fueron tres o cuatro afirmaciones sin atribución. Y somos gente que no lee los textos y se queda en las cabezas y en las fotos. Pero el texto no tiene problema. Es Diego Valadés y ya. Critica a AMLO y ya. Es Álvaro Delgado entrevistando a Diego Valadés y ya. Los medios y las voces críticas robustecen la democracia”.
Raymundo Rivapalacio escribe en El Financiero que: “Si es difícil establecer con precisión cuándo nos empezamos a dividir como sociedad, es claro cómo la división ha escalado a la confrontación y el rencor, cada vez más abierto y violento. El choque en Twitter entre Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, y el director de la revista Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, por la imputación conspiracionista derivada de publicar una portada donde decían que el presidente electo se estaba quedando solo y se encaminaba al fracaso, tuvo una secuela condenatoria del semanario en las redes sociales que galvanizó la intolerancia ante quien piensa diferente. La intransigencia ha desbordado el campo de la libertad de expresión y se manifiesta de manera dogmática y fanática, en uno y otro sentido, para aniquilar política y moralmente al adversario. El pensamiento único que se quiere acabar es lo que se está imponiendo como palanca de subordinación. La división de los mexicanos se desveló como fenómeno en las elecciones presidenciales de 2006, cuyos síntomas se venían dando desde años antes por razones políticas, económicas y sociales. Hace 12 años el desacuerdo viajó de las calles a las salas de las casas, donde las desavenencias, algunas veces belicosas, separaron familias. Nada aprendimos. La decisión de la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco avivó el creciente antagonismo social. No estamos en la discusión sobre una política pública, sino que la hemos pintado de conflicto de clases. ¿Nos estamos dando cuenta? (…) En todos lados experimentamos la polarización. En 2005 le pregunté a Carlos Slim si no le preocupaba que en algún momento habitantes del Oriente de la Ciudad de México fueran a las colonias en el Poniente a romper vidrios, como consecuencia de la desigualdad y la inconformidad con el estado de la economía, alimentados por el peligroso discurso de clase que se oía en México. Me dijo que era un exagerado. Eso fue hace ya 13 años, prematuro el diagnóstico para ese entonces, pero que en la actualidad, a nivel de actitudes y emociones, ya comenzó. La división y la confrontación pueden haber llegado para quedarse, o como escribió Nancy Gibbs, no está en nadie, los políticos menos, salvo en nosotros mismos, que eso no suceda”.
¿De la democracia a la polarización?
En el ámbito internacional ha llamado la atención la tendencia a la polarización de posturas políticas, esto de cara a la elección en Estados Unidos, donde Donald Trump ha conseguido dividir la opinión no sólo de los políticos, sino del país. Al respecto en Milenio, el periodista, novelista e historiador Héctor Aguilar Camín, escribe que: “el maestro del insulto, la provocación y la mentira es el Presidente […] pero el veneno está en todas partes. La campaña de las elecciones intermedias que se definen hoy es una feria de políticos profesionales acusando a sus rivales de ser o tramposos o idiotas o traidores. La pasión dominante en los demócratas es el rechazo a Trump: tienen más fobia que ideas. La pasión dominante de Trump es llevar su retórica xenófoba al extremo: contra la invasión centroamericana de Estados Unidos, contra la intención demócrata de convertir a su país en Venezuela, contra el derecho de nacer con plenos derechos en suelo estadunidense. Una polarización distinta pero igual de intensa parece haber tomado curso en Brasil, con la victoria de Jair Bolsonaro y la práctica desaparición del centro del espectro político, en particular del Partido Socialdemócrata de Brasil, un partido que dio a luz gobiernos extraordinarios, como el de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), y que recogió este año solo el 4 por ciento de los votos. La escena política la ocupa completa la derecha emergente […] de Bolsonaro y el irredento estatismo del PT. Una barrida semejante de los partidos tradicionales dejó la elección mexicana de julio, con el ascenso de un potente nuevo partido en cuya historia y naturaleza, la confrontación es marca de fábrica. No hay aquí peleas cerradas entre partidos, electorales o postelectorales y, por tanto, no hay la polarización partidaria de Estados Unidos o Brasil. Pero hay en los medios y en las redes una vaharada de descalificaciones tan ciega como en la contienda de EU o en el paisaje brasileño, aunque no encarnada en partidos, sino en los tonos ultras que nutren las injurias y las mofas de seguidores y antiseguidores. Malos tiempos para la democracia: ha perdido creyentes y donde antes recogía pluralidad, hoy recoge polarización”.
Trump no aprenderá. ¿Y nosotros?
Sobre el panorama electoral EU en Milenio, el periodista Carlos Puig, escribe que: “hoy se renueva parte del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos y muchas de sus gubernaturas. Si todo sucede como lo anuncian los encuestadores es muy probable que los republicanos mantengan y tal vez aumenten su mayoría en el Senado, que los demócratas se hagan de la mayoría en la casa de representantes y también ganen algunas gubernaturas más de las que usualmente dominan. Aunque buena parte de la prensa y los opinólogos estadunidenses lo celebrará como una derrota del señor que habita la Casa Blanca, en realidad, si así sucede, no será demasiado nuevo. Clinton, George W. Bush y Obama recibieron castigos electorales en elecciones de medio término. En EU, estas elecciones funcionan como una especie de primer llamado de atención para el Ejecutivo en relación con el sentimiento de los votantes. Creo que la diferencia será la reacción de Trump frente a estos probables resultados. En los casos mencionados arriba, algunos de esos presidentes se pusieron a trabajar con la oposición para sacar, en la medida de lo posible y después de duras y largas negociaciones, reformas y legislación que permitiera a su país seguir, al menos funcionando. Podría apostar dos a uno que Trump no actuará así. He escuchado en los últimos días, por ejemplo, que su embate antiinmigrante cederá a partir del miércoles, que todo era electoral. Por lo mismo, porque mañana comienza la nueva elección, la de la presidencia en 2020, y porque su retórica xenófoba y racista ha agrupado y energizado a su base, lo seguirá haciendo. Es más, probablemente la cosa se pondrá peor. Quizá Trump interprete que lo que creyó un triunfo, la renegociación del TLC, no fue suficiente para lograr lo que quería y se pondrá difícil en los detalles que faltan por negociar, a esto habrá que aumentar la incertidumbre que respecto al tratado podría causar la nueva fotografía electoral con los demócratas como mayoría en la Cámara baja. México lleva dos años pensando que el señor Trump se va a moderar, que hay manera de tratar con él, que todo es cosa de convencerlo de buena manera o ser amigo del yerno. No. Las cosas solo podrán ponerse peor”.
Luego del anuncio sobre la cancelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, AMLO se reunió con los inversionista involucrados en el proyecto, hecho que llamó la atención, por lo que en el diario Reforma, su columna de trascendidos Templo Mayor, asegura que: “si para cancelar el nuevo aeropuerto hubo una supuesta consulta nacional, ¿por qué las consecuencias de esa decisión las está viendo en lo oscurito Andrés Manuel López Obrador con los contratistas? Llama la atención que el Presidente electo se reúna en privado con esos contratistas y quién sabe qué les dice, que estos salen tranquilamente a decir que todo está bien y que se van a plegar a lo que ordene el nuevo mandatario. Tanto del lado de los empresarios como de los organismos civiles, hay preocupación porque López Obrador pretenda imponer a nivel nacional el ‘Modelo Tabasco’ de licitaciones: al gusto y sin regulaciones, favoreciendo a los que indique su dedito y dejando a los competidores sin posibilidad de defenderse. Y no es para menos pues el propio tabasqueño ha dicho que a los contratistas del NAIM les darán nuevas obras, ya sea en Santa Lucía o ahí mismo en Texcoco. La cosa es que, por ley y por sentido común, un gobernante no puede andar decidiendo a dedazo a quién sí le toca contrato y a quién no. Da la impresión de que AMLO o no tiene la menor idea de lo que es la administración pública… o no tiene la menor intención de sujetarse a ley alguna”.
También en El Universal, su columna de trascendidos Bajo Reserva, abordó la reunión entre el tabasqueño y los empresarios, por lo que asegura que: “el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador salió de su zona en la colonia Roma para comer en un restaurante fifí de Polanco con contratistas del aeropuerto de Texcoco. Don Andrés Manuel dijo que él no eligió el lugar, pues lo invitaron a comer. El mandatario electo pidió pescado. A su salida una vendedora de chicles lo interceptó antes de subir a su auto y le pidió un apoyo, el tabasqueño sacó un billete de 200 pesos y se lo regaló.”
A partir hoy, martes 6 de noviembre de 2018, entra en vigor y por desgracia la nueva Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, reglamentaria de los artículos 75 y 127 de la Constitución. En ella se estipula que ningún servidor público ganará más que el Presidente de la república, lo cual forma parte de las promesas de campaña de Andrés Manuel López Obrador, hoy Presidente electo. Ante ello en Milenio, el periodista Carlos Marín, escribe que: “por instrucción de la Cámara de Diputados, ayer se publicó en el Diario Oficial de la Federación la absurda iniciativa que en el último tercio del calderonato presentó el entonces senador perredista Pablo Gómez (ahora diputado), que en San Lázaro quedó arrumbada, pero que desempolvó la legislatura actual para que, tal cual, fuese mayoriteada por las bancadas lopezobradoristas. La nueva ley […] contiene pifias tales como […] errores conceptuales que contravienen la Constitución, en especial devaluar de manera implícita las que se supone muy altas responsabilidades del Presidente de la República. Ya muy sabido es que, en nombre de la ‘austeridad republicana’, Andrés Manuel López Obrador se asignó por sí y ante sí un ingreso mensual de 108 mil pesos, y que hizo suya la idea de Felipe Calderón de que ningún servidor público gane más que el Presidente de la República. Más allá de que no sea claro si ese ingreso es antes o después de pagar impuestos por el equivalente a casi la tercera parte y de que López Obrador prescinda de las Guardias y del Estado Mayor Presidenciales, su ingreso real incluirá lo que gaste en comida, transporte, gasolina, teléfono, servicios médicos […], así como su seguridad […]. Sigo pensando que un jefe o subjefe de policía en Matamoros o Culiacán; en la Tierra Caliente de Michoacán, Guerrero y el Edomex; los jueces y magistrados que resuelven asuntos de delincuencia organizada, procuradores y subprocuradores merecen cobrar más dinero que el Presidente de la República. ¿Qué tal si como adalid de la austeridad AMLO se fijara un salario de cinco o diez mil pesos…? “.
En contraste con esta opinión en el Excélsior, su columna de trascendidos, Frentes Políticos, asegura que: “Martí Batres, Presidente del Senado, celebró la publicación en el Diario Oficial de la Federación, de la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos. ‘Me da gusto informar que se reglamenta el precepto constitucional de que ningún servidor público podrá tener un ingreso superior al del Presidente’, apuntó. Ahora, ningún funcionario público ganará más de 108 mil pesos mensuales. Esta legislación elimina las prestaciones, jubilaciones, créditos, préstamos no contemplados en ésta y los pagos no autorizados. Además, se decretó que no habrá más pensiones para ex presidentes. ¿Qué promesa de campaña es la que sigue?”.
Fiscalía, ¿solidaria o distante?
Julio Hernández López, en La Jornada, escribe que: “Con la vista puesta en lo que ha sucedido en otros países (Brasil, con Lula, para no ir tan lejos), el obradorismo busca eludir en lo inmediato, y evitar a largo plazo, la entrega de la próxima fiscalía general de la nación a un personaje ajeno a la visión política de la Presidencia de la República por entrar. Sería un error histórico, alegan en ámbitos morenistas de primer nivel, apostar por un perfil de pureza apartidista (si lo hubiera), para dejar la procuración de la justicia en alguien distante, o incluso adverso, al proyecto obradorista avalado de manera impresionante en las urnas. Abrir las puertas a un externo significaría abrirlas a la tentación de instaurar procesos judiciales instigados por los intereses que afectaran lo que se ha llamado La cuarta transformación del país. Tentación empujable por factores internos y, sobre todo, externos. Tal proteccionismo está chocando con el activismo de grupos que impugnaron la fiscalía carnal que Peña Nieto pretendía imponer, con el priísta y enriquista Raúl Cervantes Andrade como aspirante a una facciosa fiscalía transexenal. En ese activismo, el anterior y el actual, han destacado las representaciones empresariales y de algunos membretes y ciudadanos largamente especializados en representar a la sociedad civil. Luego de una negociación extensa con representantes legislativos del morenismo, esos grupos formalmente no partidistas han señalado que está en curso una propuesta de reformas legales que no satisface los acuerdos a que habían llegado. Es decir, que busca tener un fiscal a modo de Palacio Nacional. La pelea de fondo será, en realidad, entre grupos cargados a la derecha, esencialmente proclives al antiobradorismo, que proclaman la necesidad de una autonomía real entre la nueva fiscalía y el gobierno que entrará en funciones el primero de diciembre, y el nuevo poder moreno que no desea correr ningún riesgo de golpes judiciales o maniobras de desestabilización (como ha sucedido en otros países) provenientes de entidades e intereses afectados por los nuevos poderes políticos”.
@loscabareteros