Sentado, solo, en un sillón, en medio de una sala repleta de personas atentas a su palabra y pendientes de cualquier gesto de ese hombre vestido de negro, de cabello cano y largo, atado en una coleta, Jon Fosse, el dramaturgo, poeta y narrador noruego que el domingo 10 de diciembre, como es tradición, recibió el Premio Nobel de Literatura 2023 por una obra “que nombra lo indecible”, se recuperó a sí mismo, al autor sin recursos económicos y al niño tímido que fue, ese estudiante que abandonó el salón de clases embargado por el miedo que le impidió leer en voz alta. Recordó que ese gran temor a hablar en público determinó su entrada a la literatura, donde ha buscado, por todos los medios “nombrar el silencio”.
De alguna manera, afirmó el Nobel, ese miedo le había quitado el lenguaje y supo que él tenía que retomarlo, “y sí yo iba a hacer eso, no podía ser en los términos de otras personas sino en los míos. Empecé a escribir mis propios textos, poemas cortos, cuentos cortos, y descubrí que al hacerlo me daba un sentido de seguridad, algo opuesto al miedo; de algún modo encontré un lugar dentro de mí mismo que era solo mío. Ahora, 50 años después, todavía me siento y escribo, y todavía escribo dentro de este lugar secreto dentro de mí. Un lugar que, honestamente, yo no conozco mucho más de lo que otros conocen sobre su existencia”.
La embajada de Noruega en México organizó un homenaje a Fosse. En la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica transmitió en directo, desde el canal de Academia Sueca, el discurso de Fosse, quien en Estocolmo, de manera pausada, leyó su discurso de recepción días antes de recibir el galardón, como es tradición. Un discurso íntimo, personal, entrañable, que fue del teatro a la poesía, de la novela a la vida y sus miedos, de la soledad del escritor al suicidio que habita muchas de sus obras, pero también sobre el poder de la escritura, la fuerza de la naturaleza y la comunión con Dios. “Escribir es como rezar, una comunión y no una comunicación”, dijo.
El escritor nacido en 1959 aseguró que la literatura salva vidas e incluso lo ha salvado a él. Reconoció que en su escritura hay muchos suicidios, más de los que quisiera, “he tenido mucho miedo que yo, de alguna manera, haya contribuido a legitimar el suicidio”, por eso entre los mensajes de felicitación que le llegaron al conocerse la noticia del Nobel, los que más lo hicieron feliz fueron los que le decían que su “escritura les había salvado la vida. En cierto sentido siempre he sabido que la escritura puede salvar vidas. Tal vez ha salvado mi propia vida, y si mi escritura también puede ayudar a salvar las vidas de otros, nada me puede hacer más feliz”, señaló el narrador, poeta y dramaturgo quien asegura que, tanto en la prosa como en la poesía, siempre ha intentado escribir lo que no se puede decir en palabras, es decir, “expresar lo indecible”.
Pero también pronto entendió que lo más importante de la vida no puede ser dicho, sólo escrito, parafraseando lo afirmado por Jacques Derrida. “Así que trato de dar palabras a una lengua silenciosa”.
Aseguró que cuando escribía teatro, como lo hizo por más de 15 años, podía usar esa lengua silenciosa y explotar el silencio de la gente, de una manera distinta a la prosa y la poesía, pues todo lo que tenía que hacer era escribir la palabra “pausa” y ahí estaba esa lengua silenciosa.
“En mi prosa, quizás todas las repeticiones tienen una función similar a la de las pausas de mi teatro, o quizá esta es la manera en la que pienso eso, que mientras haya un silencio en las obras de teatro hay un lenguaje silencioso detrás del lenguaje escrito en las novelas, y si voy a escribir una buena literatura ese lenguaje silencioso también tiene que ser expresado”, afirmó.
El autor de Trilogía y Septología, señaló que a través del miedo de leer en voz alta entró en la soledad, que es más o menos la vida de un escritor y “me he quedado ahí desde entonces, he escrito una gran cantidad, tanto de prosa, como de teatro”, dijo y agregó que cada trabajo individual que ha escrito tiene su propio universo ficcional, su propio mundo, “un mundo que es nuevo para cada obra de teatro, para cada novela; igual que un buen poema, porque mucha poesía también tiene su propio universo y se relaciona principalmente conmigo mismo”, aseveró el narrador que ha creado un universo mítico y místico, a decir de sus críticos. Por eso no extrañó que Jon Fosse concluyera su discurso agradeciendo: “Gracias a la Academia Sueca por haberme dado este Premio Nobel de Literatura, y gracias a Dios”.
El Universal