El padrón electoral del Instituto Nacional Electoral (INE) cuenta con datos biométricos de más de 93 millones de personas mayores de edad en el país. Estos datos, entre los que se encuentran las huellas dactilares y fotografías de rostros, pueden ser utilizados para identificar personas fallecidas y sin nombre que han pasado por los Servicios Médicos Forenses (Semefos) del país.
El método pareciera ser simple. El protocolo que el INE elaboró para este fin establece que las fiscalías deben enviarle las huellas o fotos de los cuerpos sin identificar, en formatos acordados previamente; el Instituto hace una revisión automatizada del padrón y devuelve a las fiscalías cuáles son las huellas y fotos del padrón que resultaron coincidentes. Sólo cuando las autoridades estatales confirman con un análisis pericial la identidad de las personas, el INE entrega los datos adicionales con los que cuenta.
Lograr una identificación depende de algunas variables: una es la calidad del trabajo que hicieron los Semefo, al momento de obtener las huellas de los cuerpos, y otra es que la técnica utilizada sea la misma que la del padrón electoral.
Maximilian Murck, director del programa de Fortalecimiento del Estado de Derecho de la Cooperación Alemana al Desarrollo Sustentable (GIZ), sostiene que las huellas dactilares son uno de los tres identificadores primarios para devolver la identidad a las personas y, a diferencia de otros procedimientos, como la confronta de perfiles genéticos, es de bajo costo, además de ser seguro y ágil.
La razón para utilizar este método la explica el doctor Diego García Ricci, investigador de la Universidad Iberoamericana y especialista en privacidad y protección de datos personales: “Las huellas dactilares son únicas e irrepetibles”. Y añade, “los datos biométricos revelan ciertas características humanas, las cuales no sólo nos distinguen, sino que sirven para identificarnos y autentificarnos. El más común y el más utilizado en el mundo siguen siendo las huellas dactilares”.
Ambos expertos coinciden en que la identificación de personas fallecidas, a través del cruce masivo de huellas dactilares entre el padrón electoral y las muestras tomadas a los cadáveres no identificados, podría ayudar a paliar la crisis forense mexicana que asciende a más de 38 mil 500 cuerpos anónimos, de acuerdo con datos de una investigación de Quinto Elemento Lab y A dónde van los desaparecidos.
Atender la crisis forense del país es urgente, sobre todo si se toma en cuenta que en las morgues podrían estar los cuerpos de personas que han sido reportadas como desaparecidas. Hasta el pasado 18 de agosto, en México se tenían 90 mil 769 personas desaparecidas o no localizadas, de acuerdo con los datos públicos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).
Aunque la identificación por huellas dactilares parece prometedora, por su bajo costo y tiempo de ejecución, “ningún método es mágico”, advierte Volga de Pina, investigadora del Observatorio sobre Desaparición e Impunidad en México. En la práctica, las autoridades forenses han encontrado obstáculos para utilizar este método que tienen que ver con la técnica y la calidad de los registros de huellas que, para algunos cuerpos, se realizaron hace más de una década.
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