Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, enfrenta una crisis política de tal gravedad que muchos sectores se preguntan si tendrá la capacidad para dar gobernabilidad al país en los tres años y dos meses que le restan de mandato.
El mandatario, un exguerrillero que llegó al poder con la promesa de cambio en un país con poderosas élites conservadoras, afirma que es víctima de un intento de “golpe blando”, aunque muchas voces sostienen que lo que sucede es que el gobernante ha cometido errores que hoy le pasan la cuenta.
Uno de ellos habría sido aliarse con políticos tradicionales para ganar las elecciones de hace un año. El exsenador Armando Benedetti, quien fue su jefe de campaña, entra en esa categoría. Y fue quien puso a Petro en el centro de una crisis al afirmar, en audios filtrados a un medio afín a la extrema derecha, que a esa campaña entró dinero ilegal.
Esa aseveración, que Benedetti hizo en aparente estado de ebriedad y en el contexto de una retahíla de acalorados reclamos a la exjefa de gabinete, Laura Sarabia, cuya voz nunca se escucha, puso a Petro contra las cuerdas.
Los audios, divulgados por la revista Semana, parecen haber sido grabados en diferentes momentos, pues el ruido ambiente varía y aún no está claro si fueron entregados a ese medio por el exsenador o por algún organismo estatal con capacidad de interceptar llamadas telefónicas.
En esos audios, Benedetti, a quien Petro envió como embajador a Venezuela al inicio de su gobierno, reclama con encono un puesto en el gabinete, se dice maltratado, afirma que él recaudó 15 mil millones de pesos para la campaña (3.5 millones de dólares) y amenaza: “¿Qué tal que uno diga quién fue el que puso la plata?”.
Luego, con lenguaje soez, el exsenador reclama que no le han dado puestos para su gente de la costa caribe, y advierte: “Yo no me voy a dejar mamar gallo (vacilar), Laura, te lo juro por la vida de mis hijos que no pasará nunca; nos hundimos todos, nos acabamos todos, nos vamos presos”.
Los audios se convirtieron en la principal noticia de Colombia el pasado lunes 5, cuando todos los medios y las redes sociales se ocuparon de la enorme trascendencia política de las afirmaciones de Benedetti, quien tres días antes había sido cesado por Petro como embajador en Venezuela, decisión que también incluyó la salida del gobierno de la joven y poderosa Laura Sarabia por el soterrado enfrentamiento que ambos sostenían.
Políticos de extrema derecha exigieron la renuncia de Petro y lo denunciaron penalmente ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes (de diputados) por la presunta “financiación irregular” de su campaña política; el Consejo Nacional Electoral (CNE) llamó a declarar a Benedetti y a Sarabia, y la Fiscalía tomó nota del caso.
Petro respondió que sus rivales políticos se apresuraron a denunciarlo en la Comisión de Acusaciones, instancia que investiga a los presidentes en Colombia, a pesar de que “en ninguna entrevista o en audios se ha mostrado que he cometido un delito”.
“Se trata –dijo en su cuenta de Twitter– de un simple intento de golpe blando para detener la lucha contra la impunidad.”
Benedetti también sostuvo, en un mensaje en Twitter, que los audios divulgados por Semana fueron “manipulados” y pidió excusas al presidente y a Sarabia –quien trabajó con él en el Senado– “por la agresión y el ataque malintencionado”. Además, sostuvo que “en un acto de debilidad y tristeza me dejé llevar por la rabia y el trago”.
Semana divulgó después una entrevista en la que el exembajador admite ser consumidor de cocaína –factor que habría impedido que lo designaran ministro– y sugiere que Petro también ha usado esa sustancia.
“Esto es un ejemplo claro de lo que en política se denomina ‘fuego amigo’”, dice a Proceso el politólogo Mauricio Jaramillo Jassir.
Proceso