Ya en el poder, Vicente Fox no pudo o no quiso superar las prácticas priistas que denunció con falsa pasión durante la campaña que lo llevó a escenificar la transición en el poder en el año 2000.
En ese entonces viví en carne propia la persecución política y fue a partir de esa experiencia, días sin luz, que decidí luchar por una fiscalía independiente que no ampare venganzas ni intereses personales al margen de la justicia.
Estoy convencido que nuestro país ha sufrido suficientes abusos cometidos desde el poder y en nombre suyo. En esa certidumbre coincidí y coincido con el presidente Andrés Manuel López Obrador: terminar con las prácticas en las que tantos políticos, desde su ego y su perversidad, no distinguen la línea que separa el uso del abuso del poder.
Hostigado como en tiempos de Fox, me pregunté si debía o no dar cuenta de los episodios vividos ahora con el fiscal Gertz Manero. Dudé muchas veces, en un ir y venir de la conciencia. Pensé en la posibilidad de lastimar un proyecto de Nación en el que creo, pero también consideré que debo atenerme a los principios del mismo y a los propios.
La decisión llegó por sí misma: callada, la verdad pierde el sentido de existir. Este es el origen de los ataques que he tenido que soportar, desde los cargos que ostentan, de Alejandro Gertz Manero en complicidad con Olga Sánchez Cordero.
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