«¿Por qué proponer veinte iniciativas constitucionales a pocos meses de finalizar el sexenio? Encuentro dos explicaciones analíticamente distintas, pero entrelazadas.
Está, en primer lugar, el interés del presidente en fijar la agenda electoral con una serie de iniciativas de reformas tremendamente populares. En una maniobra inteligentísima, el presidente López Obrador vuelve a estampar su sello por cuarta vez en una boleta electoral. Son muchas las ventajas: atrae la conversación política cuando solo faltan 16 semanas para la elección, obliga a Xóchitl Gálvez a posicionarse en temas complejos y, por último, grita con megáfono sus propuestas en un periodo en el que ninguna de las dos candidatas puede hacerlo. En su jugada a cuatro bandas, el presidente nos tendrá hablando de sus iniciativas constitucionales hasta el primero de marzo. Touché.
En segundo lugar, al presentar sus iniciativas, el presidente muestra su intención de influir no solamente en la elección, sino, aún más importante, en el periodo poselectoral. Las ramificaciones de su estrategia van más allá del dos de junio. En más de un sentido, López Obrador construye la hoja de ruta para el segundo piso de la 4T con veinte reformas que serán —qué duda cabe— parte del programa ejecutivo de Claudia Sheinbaum. No se trata, como han querido decir algunos, de una imposición a la candidata. Como presidente constitucional y líder del movimiento político más importante del país, López Obrador deja apuntaladas las bases para la continuación de su proyecto político.
En ese sentido, lo que hace el presidente no es muy distinto a lo que han hecho otros presidentes. Durante décadas, los gobiernos, así llamados neoliberales, intentaron plasmar su modelo de país en la Constitución y en la creación de organismos autónomos que regulan o limitan la acción del Estado. El mejor ejemplo de un proyecto que intentó ser transexenal es el Pacto por México»: Carlos A. Pérez Ricart.