Una derecha nacionalista, cristiana y blanca impide a EU acabar con las matanzas

Escribo esta columna el miércoles 25 de mayo, cuando el número de víctimas mortales del último tiroteo masivo en Estados Unidos, en la escuela primaria Robb de la localidad de Uvalde (Texas), ha ascendido a 21: 19 niños de entre ocho y diez años, y dos adultos.

Cuando recibió la noticia del tiroteo del 24 de mayo, Chris Murphy, Senador demócrata por Connecticut, rogó literalmente a sus colegas republicanos que “encontraran un camino” para trabajar con los demócratas hacia una regulación sensata de las armas y los esfuerzos para mitigar el problema de los tiroteos masivos en Estados Unidos.

El senador Murphy dijo más tarde a los periodistas que estaría dispuesto a apoyar un compromiso en lugar de no hacer nada en absoluto, pero que le parecía que la oposición republicana a una reforma sensata de las armas no había hecho más que endurecerse, haciendo que incluso una legislación modesta sobre el control de armas fuera muy poco probable. Es la misma historia después de cada tiroteo masivo.

De hecho, el Partido Republicano radicalizado, con su visión nacionalista cristiana blanca para Estados Unidos y su creciente inclinación por la violencia política, como la que se vio el 6 de enero de 2021, es el problema.

En lo que va de 2022, se han producido 212 tiroteos masivos en Estados Unidos. Para los que lleven la cuenta, esa cifra es sustancialmente mayor que el número de días del año hasta ahora: solo 145.

La masacre del martes tuvo lugar sólo diez días después de que un pistolero racista motivado por el tropo supremacista blanco de la “teoría del gran reemplazo” matara a diez afroamericanos en un supermercado de Buffalo, Nueva York. Al igual que muchos estadounidenses, me entristecen y me indignan estos últimos horrores en la aparentemente interminable epidemia de violencia armada de nuestro país.

Por regla general, los demócratas quieren tomar medidas para abordar el problema. Pero cada vez que otra tragedia capta la atención del público (la mayoría de los tiroteos masivos no lo hacen), dando lugar a demandas de acción, los demócratas se ven obstaculizados por la obstrucción de los republicanos.

De hecho, los republicanos se oponen tanto incluso a la aplicación de las mínimas regulaciones de armas que tenemos en los libros que durante los últimos siete años han impedido el nombramiento de un director de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, la agencia federal que regula el uso de las armas de fuego.

Desde que se conoció la noticia del tiroteo de Uvalde, los republicanos se han dedicado a su habitual mezcla de no hacer nada; a enviar “pensamientos y oraciones”; y a desviar la atención acusando a los demócratas de “politizar” una situación que exige clara y urgentemente una solución política.

El Gobernador de Texas, Greg Abbott, y el Senador de Texas, Ted Cruz, ambos republicanos, no han dado ninguna indicación de que vayan a cancelar sus discursos de este próximo viernes con la Asociación Nacional del Rifle, la organización de presión pro-armas más poderosa de Estados Unidos.

Y luego, por supuesto, está la amenaza de llevar a cabo una insurrección violenta si el Presidente se mueve para restringir el acceso gratuito a las armas de asalto que los republicanos insisten – absurdamente – en que es requerido por la segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos. La enmienda dice, en su totalidad: “Siendo necesaria una Milicia bien regulada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será infringido”.

En ese sentido, justo un día después de Uvalde -que es el tiroteo escolar más mortífero desde la masacre de Sandy Hook de 2012, en la que murieron 26 personas- el representante del estado de Florida Randy Fine aparentemente pensó que sería una buena idea publicar lo siguiente en Twitter: “Tengo noticias para la vergüenza que dice ser nuestro Presidente: intenta quitarnos las armas y aprenderás por qué se escribió la Segunda Enmienda en primer lugar”.

El comentario de Fine recuerda un momento infame de la campaña presidencial de 2016 de Donald Trump, en el que dijo a una multitud: “Hillary quiere abolir, esencialmente abolir, la segunda enmienda. Si ella consigue elegir a sus jueces, nada podréis hacer, amigos. Aunque la segunda enmienda, la gente – tal vez hay. No lo sé”.

Sin Embargo