El 25 de noviembre, a dos horas y media de la presidencia municipal de Guaymas, donde una ráfaga de balas alcanzó a la joven activista Marisol Cuadras, hiriéndola de muerte, la Sedena incautó 105 kilos de fentanilo, droga por la cual diversos grupos del crimen organizado se confrontan en Sonora.
Desde el año pasado la entidad llamó la atención por los enfrentamientos entre dos grupos criminales, además de la quema de vehículos, casas rafagueadas con armas largas y la ejecución de integrantes de uno y otro bandos. La zona centro-este del estado, donde se ubica el corredor Caborca-Puerto Lobos, fue la primera en destacarse públicamente por la ferocidad y brutalidad de la confrontación.
Un año después, la intensidad de la lucha continúa, pero con el asesinato de Marisol Cuadras afloró otro agravio, que parecía aislado y aumentó en 2020: la desaparición de hasta 10 mujeres jóvenes en una misma semana en el corredor Cajeme-Empalme-Guaymas, según estadísticas del colectivo Guerreras Buscadoras de Sonora. Es el mismo corredor donde el crimen organizado dirime con violencia el control del puerto de Guaymas.
Integrante del grupo Feministas del Mar, Marisol había acudido a las puertas de Palacio Municipal de Guaymas a participar en la toma simbólica en protesta por la desaparición y asesinato de mujeres. “¡Nos queremos vivas!”, rezaba la manta que el grupo colocó en las paredes del ayuntamiento para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres.
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