Conflicto en el CIDE: El rugido del ratón

Uno de los decanos del claustro académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) dice que, si se compara con las dimensiones de otras instituciones de educación superior del país, esa casa de estudios es como un pequeño ratón. Durante las últimas semanas, el gobierno federal originó un conflicto en esa comunidad, el cual crece como bola de nieve. Eso ocasionó que el roedor alzara la voz y se ha escuchado como un rugido que concitó el apoyo de universidades públicas y privadas de México y el mundo, así como el de dos premios Nobel, preocupados por lo que ahí ocurre.

Aparentemente el problema que derivó en la toma de las instalaciones del CIDE, desde el 29 de noviembre pasado, inició por la accidentada designación de su nuevo director general, José Antonio Romero Tellaeche, violando los procedimientos que marcan las normas internas.

Sin embargo, desde hace meses esa institución ha sido objeto de la animadversión del presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien lo ha descalificado públicamente, de manera reiterada, a pesar de que parte de esa comunidad simpatizaba con él, al menos hasta que inició su gobierno.

Al igual que en otros centros de educación superior, López Obrador ha perdido seguidores. Así lo refleja una encuesta de Buendía & Márquez, publicada por El Universal el 26 de noviembre pasado, según la cual, en febrero de 2019, 65% de la población con estudios universitarios o más, aprobaba su gestión y, para noviembre de 2021, bajó a solo 8 por ciento.

El 18 de agosto de 2021, el presidente acusó al CIDE de formar cuadros para el sector privado con financiamiento del gobierno federal. Pero el encono fomentado por el presidente viene de tiempo atrás. El 28 de mayo de 2020, cuando ocurrían manifestaciones de inconformidad por su decisión de recortar el gasto público, dijo que en los tiempos de Porfirio Díaz, fueron los científicos quienes apoyaron la dictadura.

Durante las últimas semanas aseguró que el CIDE, al igual que la UNAM, “se derechizó”.

El Economista