«En una anodina asamblea nacional, que en términos numéricos, escenográficos, ideológicos y anímicos confirmó la condición disminuida de una agrupación antaño maridada con el boato y el estruendo, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se dio a sí mismo un roperazo (también se usa la voz rerregalo y, en inglés, “regifting) al reiterarse socialdemócrata de centro izquierda luego de un largo coqueteo y manoseo tricolor de este término, lo cual no provocó ninguna alteración real en la bolsa mexicana de valores partidistas, pues a estas alturas a muy poca gente le importa que ese partido, que durante décadas fue hegemónico, bise o reacomode algo.
Además, uno de los puntos mediáticamente menos grisáceos fueron las piruetas concertadas para que el mentado PRI ahora se declare contrario al neoliberalismo, tratando de dejar atrás el saldo negativo de los sexenios encabezados por Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo (más la complicidad operativa durante la Docena Trágica del foxismo y el calderonismo)»: Julio Astillero.




