Hay cuando menos dos formas de censurar a una periodista independiente sin recurrir a la violencia física o amenazas directas en su contra.
La primera es la censura por bloqueo. La idea es aislar la voz de la persona dedicada al periodismo de su audiencia. La forma de implementarla pasa por bloquear el acceso a esta persona a los canales por los que puede expresarse, como medios de comunicación o espacios públicos. Por desgracia, en México este tipo de censura es sobradamente conocido.
La segunda es la censura por ruido. En este esquema la voz de la periodista independiente es sepultada por una cacofonía. Para que esto sea posible es necesario desacreditar a la persona al punto de que lo que diga sea virtualmente irrelevante o, cuando menos, indistinguible de expresiones cómodas para la élite gobernante.
“Silencio Radio”, un documental estrenado en México la semana pasada, es un recordatorio de los intentos de aplicación de la primera forma de censura de los que ha sido víctima Carmen Aristegui. Pero es también una llamada de atención de que las personas que deciden abonar a estos intentos o desestimarlos están siendo cómplices de quienes pretenden censurar a Carmen aplicándole la forma segunda.
Entre quienes han optado por desestimar el historial de censura por bloqueo del que ha sido objeto Carmen Aristegui se encuentran, en primer lugar, el Presidente y algunos de sus seguidores. Apenas hace unas semanas, AMLO afirmó lo siguiente: “Carmen Aristegui pertenece al grupo que apoya al bloque conservador…La gente en nuestro movimiento pensaba que Carmen Aristegui era una periodista de vanguardia… yo tengo otra opinión… [cuando me entrevistaba] buscaba ponerme en entredicho como buena periodista conservadora”.
La premisa detrás de la afirmación del Presidente no es novedosa. En realidad, estamos ante la versión “oficializada” de una narrativa reproducida desde hace años, en distintas formas, por los vectores de amplificación del proyecto de AMLO en redes sociales, que incluye notablemente a algunos intelectuales tornados en clérigos incondicionales. Como es bien sabido, los escupitajos de esta maquinaria son engullidos religiosamente por los cuatro-teístas más dogmáticos.
Quienes aceptan esta narrativa comparten su adherencia a una idea central; a saber, que Carmen Aristegui es enemiga del Presidente y apoya actualmente a los partidos rivales de Morena -es decir al PRI, al PAN, al PRD, o a Movimiento Ciudadano-. Pero aquí una distinción es importante. Dentro de este grupo hay un subgrupo que piensa que este es el caso porque Carmen se alió, en algún momento y de alguna forma, con las élites que apoyan a estos partidos, mientras que otro subgrupo afirman que siempre estuvo aliada con ellos, que siempre fue “conservadora”.
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