La invasión de Ucrania por Rusia tomó por sorpresa a gran parte del mundo. Es un ataque no provocado e injustificado, que pasará a la historia como uno de los mayores crímenes de guerra del siglo XXI, afirma Noam Chomsky en esta entrevista con Truthout.
Las consideraciones políticas como las que cita el presidente ruso, Vladimir Putin, no pueden usarse como argumentos para justificar una invasión contra una nación soberana. Sin embargo, frente a esta terrible invasión, Estados Unidos debe elegir la diplomacia urgente sobre una escalada militar, pues ésta constituiría “una sentencia de muerte para la especie, sin vencedores”, afirma Chomsky.
Noam Chomsky goza de reconocimiento internacional como uno de los intelectuales vivos más importantes. Su estatura intelectual ha sido comparada con las de Galileo, Newton y Descartes, y su obra ha tenido enorme influencia en una variedad de áreas de investigación académica y científica, entre ellas lingüística, lógica y matemáticas, ciencia de la computación, sicología, estudios de los medios, filosofía, política y asuntos internacionales. Es autor de unos 150 libros y ha recibido decenas de premios de gran prestigio, entre ellos el Premio de la Paz de Sidney y el Premio Kioto (equivalente japonés al Nobel), así como docenas de doctorados honorarios de las universidades más renombradas del planeta. Chomsky es profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts y profesor laureado en la Universidad de Arizona.
–La invasión de Ucrania por Rusia ha tomado por sorpresa a la mayoría de las personas, lanzando ondas de pánico por todo el mundo, aunque hubo cantidad de indicios de que Putin se ha visto agitado por la expansión de la OTAN hacia el este y por la negativa de Washington a tomar en serio las demandas de seguridad de “línea roja” en lo relativo a Ucrania. ¿Por qué cree que haya decidido lanzar una invasión a estas alturas?
–Antes de responder la pregunta, debemos dejar asentados algunos hechos incontestables. El más crucial es que la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra, al nivel de la invasión estadunidense de Irak y de la invasión de Polonia por Hitler y Stalin en septiembre de 1939, por dar sólo dos ejemplos notables. Siempre tiene sentido buscar explicaciones, pero no hay justificación.
Volviendo ahora a la pregunta, se han vertido muchas opiniones llenas de suficiencia sobre la mente de Putin. La historia normal es que está atrapado en fantasías paranoides, que actúa solo, rodeado de serviles cortesanos como los que conocemos acá, en lo que queda del Partido Republicano, peregrinando hasta Mar-a-Lago para recibir la bendición de su líder.
Puede que el alud de vituperios sea preciso, pero tal vez habría que considerar otras posibilidades. Quizá Putin quería decir lo que él y sus asociados han estado diciendo claro y fuerte durante años. Podría ser, por ejemplo, que, “puesto que la principal demanda de Putin es una seguridad de que la OTAN no afiliará nuevos miembros, y específicamente no a Ucrania ni Georgia, obviamente no habría base para la crisis actual si no hubiese habido una expansión de la alianza después del final de la guerra fría, o si la expansión hubiera ocurrido en armonía con la creación de una estructura de seguridad en Europa que incluyera a Rusia”. El autor de estas palabras es el ex embajador estadunidense en Rusia Jack Matlock, uno de los pocos especialistas serios en asuntos de Rusia dentro del cuerpo diplomático de su país, escritas poco antes de la invasión. Continúa hasta concluir que la crisis “puede resolverse con facilidad mediante la aplicación del sentido común… Por cualquier medida de sentido común, a Estados Unidos le interesa promover la paz, no el conflicto. Tratar de alejar a Ucrania de la influencia de Rusia –el propósito que proclaman quienes han agitado las ‘revoluciones de color’– es un empeño inútil y además peligroso. ¿Hemos olvidado tan pronto la lección de la crisis de los misiles en Cuba?”
Matlock no está solo. En gran parte, las mismas conclusiones sobre los temas subyacentes se alcanzan en las memorias del director de la CIA William Burns, otro de los auténticos especialistas en Rusia. La postura del diplomático George Kennan, aún más contundente, se ha citado mucho a últimas fechas, con apoyo también del ex secretario de Defensa William Perry, y, fuera de las filas diplomáticas, por el destacado experto en relaciones internacionales John Mearsheimer y numerosas otras figuras que pertenecen por completo a la cultura dominante.
La Jornada




