Del heroísmo al olvido, la vuelta a la realidad del personal médico y de enfermería

“Ya pasamos por casi todos los sentimientos: miedo, esperanza, frustración, resignación” y decepción al ver que “una pandemia no sirvió para valorar al personal de salud”, dice Karina, enfermera que estos dos años ha atendido a pacientes covid-19. En los últimos días, señala, el proyecto de IMSS-Bienestar les ha tenido en desasosiego, “no sabemos si afectará nuestras condiciones laborales”.

Es la tercera vez que la enfermera habla con El Economista. La primera fue en 2020, al inicio de la pandemia, cuando una parte de la ciudanía las llamaba heroínas y les brindaba aplausos y otra las agredía por el temor al contagio.

En los primeros días de la pandemia personal de salud en diferentes lugares del país fue rociado con cloro por gente perturbada ante el peligro contagiarse y morir. Pero también hubo quien organizaba olas de aplausos, se escribieron canciones inspiradas en “las heroínas y los héroes sin capa”, les dedicaron discursos, les otorgaron preseas y reconocimientos.

En marzo de 2021, con 8 kilos menos por la intensa carga de trabajo que no cesaba, Karina nos habló de la falta de personal y de lo difícil que era entrenar constantemente a trabajadoras y trabajadores eventuales del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), al tiempo que seguía atendiendo la emergencia sanitaria.

Llegamos a 2022, dos años después de la primera gran ola de contagios, “y volvimos a los mismos vicios de siempre”, dice. La gente ha vuelto a la desconfianza y prejuicios hacia el personal de salud, y la unión que lograron entre las áreas de enfermería y medicina se ha disuelto por los mismos elitismos machistas de siempre.

“Otra vez somos las cuidadoras, las trabajadoras que dan acompañamiento a los médicos, que son los que saben. Ya no nos ven como lo que somos: profesionales de la salud”, señala Karina, cuyo nombre real ha sido cambiado para protegerla de posibles represalias en el hospital de la Secretaría de Salud (SSa) en el que labora.

El Economista