A pesar de que el mercado de trabajo se encuentra en un proceso de recuperación y que ya hay 1.2 millones de personas ocupadas más que cuando inició el impacto de la pandemia en el país, la productividad laboral en México ha tenido descensos constantes en los últimos meses, en buena medida por un deterioro en las actividades económicas.
La productividad laboral, según la organización México ¿Cómo Vamos?, puede ser definida como “producir más con los mismos recursos”. Pero también se puede entender, con base en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como la representación del “volumen total de producción (medido en términos de Producto Interno Bruto, PIB) producido por unidad de trabajo (medido en términos de número de personas empleadas u horas trabajadas) durante un período de referencia temporal determinado”.
La productividad laboral en México es medida por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) a través del ÍndiceGlobal de Productividad Laboral de la Economía (IGPLE), este indicador se obtiene mediante la relación entre el PIB y las horas trabajadas y el personal ocupado.
De acuerdo con México ¿Cómo Vamos?, este indicador es importante porque en países de ingresos medios como el nuestro, el crecimiento económico sólo puede si se utilizan los recursos que ya tenemos de manera eficiente.
El 2021 cerró con el nivel de productividad más bajo de la última década en México. Luego de una reducción de -6.4%, el IGPLE se ubicó en 95 puntos, la cifra más baja desde el cuarto cuatrimestre de 2009, año de la crisis financiera global, cuando el indicador reportó un nivel de 96 puntos.
La productividad laboral en México hila seis cuatrimestres en decrementos, esta última contracción estuvo vinculada con una caída en las actividades industriales y de servicios.
“La productividad laboral tiene que caer cuando la inversión fija va a la baja y la inversión fija está en niveles de hace 10 años, por lo que es probable que siga disminuyendo”, indicó Gabirela Siller, directora de Análisis Económico y Financiero de Banco Base.
El Economista




