«En 1979 sucedió el derrocamiento del sah Mohammad Reza Pahleví en Irán y el regreso desde Francia del ayatola Ruhollah Musavi Jomeini, interpretado como una “señal de Dios”, según el significado de su nombre, quien prometió establecer la democracia islámica.
Muchas razones confluyeron en la dinámica de esos acontecimientos, y una de las más importantes fue la oposición de los clérigos musulmanes a la occidentalización del país. Entre las reformas del sah que no gustaron estaba la de hacer a un lado el calendario de la hégira para regirse desde 1976 por el año de la fundación de Persia. Desde luego eso involucraba el proceso de laicización que tenía lugar, siguiendo el ejemplo de otros países, como la Turquía de Kemal Atatürk. Ello a su vez implicaba el abandono del uso del velo de las mujeres; y desde 1935 Reza Shah prohibió el uso del velo y ordenó a los hombres vestir a la manera occidental.
Al triunfo de la revolución encabezada por Jomeini desde Francia, éste prometió la libertad a las mujeres, en respuesta a quienes le interrogaban sobre el encierro como el Islam ha interpretado la palabra del profeta en la sura XXIV del Corán: “Y di a los creyentes que ellas bajen sus miradas y guarden su castidad…”, de donde se han desprendido leyes islámicas que han llevado esa recomendación a los extremos conocidos, ajenas a los valores occidentales del trato hacia las mujeres.
El regreso del ayatola provocó una amplia ola de simpatías que atrajo a muchas mujeres iraníes que habían asistido a escuelas mixtas y accedido a las universidades a usar el velo en sintonía con la revolución que se ponía en marcha»: Carlos Martínez Assad.




