La buena relación con AMLO le rinde frutos: Slim amasa contratos millonarios con la 4T

El pasado 22 de noviembre, el hombre más rico de México, Carlos Slim Helú, pasó las puertas de Palacio Nacional por enésima vez. El presidente Andrés Manuel López Obrador había requerido su presencia para dialogar con el sector empresarial sobre el plan de reconstrucción de Acapulco, devastado por el huracán Otis el pasado 7 de octubre. Era la segunda vez en dos semanas que se reunía con Carlos Slim para hablar de la ciudad portuaria guerrerense, donde el magnate controla el hotel Calinda.

Un mes y medio antes, el 4 de octubre, el magnate se había reunido con López Obrador y los directivos de Grupo Televisa para charlar, durante más de dos horas y media, sobre la inminente llegada de la delegación del gobierno de Estados Unidos que participaría al Diálogo de Alto Nivel sobre Seguridad entre ambos países.

El mes anterior, Carlos Slim viajó a Campeche, junto con López Obrador y la mayor parte de su gabinete, incluyendo el general Luis Cresencio Sandoval González, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); estuvo sentado a su lado en el Tren Maya, que recorrió el tramo a vuelta de rueda de Campeche a Mérida; en octubre regresó al Tren Maya, y este 1 de diciembre volvió a la Península de Yucatán para presenciar la inauguración del nuevo aeropuerto de Tulum, construido por la Sedena.

Superado el primer tropiezo en su relación en el arranque del sexenio, provocado por las críticas de Slim hacia la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) –un megaproyecto del que era el mayor contratista–, el multimillonario se convirtió en una suerte de consejero especial de López Obrador, quien se reúne con frecuencia con el empresario para consultarlo sobre “la situación económica del país”, las relaciones con Estados Unidos, la pandemia o el turismo.

El tabasqueño, quien llegó al poder con la promesa de extirpar los intereses económicos del poder político y de terminar con el “predominio de una minoría”, se ha referido a Slim como “amigo y buen empresario” o como el “empresario más austero y más institucional de México, que es también nuestro orgullo”, a pesar de que su fortuna personal supera la que suman los 65 millones de mexicanos más pobres, según la organización Oxfam.

“Hay que reconocer que empresarios como Carlos Slim son los que México necesita y los hay, que se la han jugado con la transformación del país”, dijo el mandatario el pasado 2 de octubre.

La buena relación entre ambos hombres se ha basado en el beneficio mutuo. Mientras el magnate se convertía en embajador ante el sector empresarial nacional y extranjero, donde goza de un profundo respeto, el gobierno de la Cuarta Transformación ha entregado grandes contratos a sus empresas, por un monto total que rebasa los 52 mil millones de pesos, según una revisión hecha por Proceso en las bases de datos de contratos gubernamentales.

En este sexenio, el multimillonario permaneció como uno de los principales contratistas del gobierno, como lo fue en el sexenio de Enrique Peña Nieto, en el que sus empresas amasaron contratos por más de 125 mil millones de pesos.

Más allá de los contratos públicos, las empresas del magnate –América Móvil, Grupo Carso, Grupo Financiero Inbursa, la minera Frisco y la constructora IDEAL– han vivido un auge durante el sexenio de López Obrador: sus ingresos acumulados crecieron de 100 mil millones de pesos en cuatro años, pasando de un billón 22 mil millones de pesos en 2019 a un billón 119 mil millones de pesos en 2022.

El incremento del valor de las acciones de sus empresas desencadenó, a su vez, un aumento brutal de la fortuna personal de Slim, que pasó de 67 mil 100 millones de dólares en 2018 a 93 mil millones de dólares este año. El monto volvió a colocar al mexicano entre los 10 hombres más ricos del planeta de la lista de Forbes, de la que ocupó el primer lugar entre 2010 y 2013, tres años durante los cuales se le consideraba el más adinerado de la humanidad.

Proceso