Los herederos de Emilio Azcárraga Vidaurreta, El León, y de su hijo Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, han usado complejos entramados de sociedades offshore para canalizar los cientos de millones de dólares que recibieron a la muerte de los dueños de la empresa más poderosa del país durante más de medio siglo: Televisa.
Mediante esquemas que movilizaron compañías de papel en una decena de jurisdicciones offshore, las hijas de Azcárraga Vidaurreta dejaron fortunas a sus hijos; una de ellas fue Carmela Azcárraga Milmo, cuya herencia cobró vigencia en agosto pasado, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) instruyó al gobierno mexicano para que entregue mil millones de pesos a sus herederos.
Paula Cusi y Adriana Abascal, dos viudas del Tigre, también crearon estructuras offshore para diversos propósitos. La primera instaló fideicomisos en las Islas Vírgenes Británicas (BVI) que llegaron a controlar bienes por más de 580 millones de dólares –obras de arte y piezas arqueológicas prehispánicas, incluyendo dos grabados mayas que vendió en 2.4 millones de dólares– o lingotes de oro con un valor de 23.5 millones de dólares.
Como muchas familias de la elite, las diversas ramas de los Azcárraga se han peleado por las herencias, y los pleitos más duros no se dieron en torno al dinero sino para saber quién terminaría controlando la empresa multimillonaria y quién tendría más acciones de la televisora “dueña del tiempo libre de los mexicanos”, según decía Carlos Monsiváis.
Durante décadas Televisa aplicó su fórmula de éxito: alinearse con el presidente en turno para mantener su monopolio y sus concesiones, a pesar de las presiones sociales y del gobierno para abrir la televisión a la competencia; ello dejó un lugar aparte para Televisa en el esquema político mexicano. El periodista Manuel Buendía aseveró en su momento que, si la prensa era el Cuarto Poder, Televisa sería por sí sola el Quinto Poder.
La televisora supo adaptarse cuando el partido que siempre apoyaba, el PRI, cedió la Presidencia de la República al PAN de Vicente Fox; respaldó a Felipe Calderón en sus erráticas políticas de seguridad, moldeó al entonces gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto para suceder al michoacano, y en un giro casi contra la naturaleza, tendió la alfombra para el ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador.
Estos apoyos no han sido gratuitos: en el sexenio de Peña Nieto la televisora recibió contratos de publicidad oficial por 6 mil 929 millones de pesos –y contratos totales por más de 20 mil 500 millones de pesos– y logró que el gobierno no la considerara actora “preponderante” en la televisión restringida; durante la administración de Calderón obtuvo otros 5 mil 649 millones de pesos de publicidad oficial.
Los documentos confidenciales de los Pandora Papers exhiben el camino secreto que siguieron los cientos de millones de dólares de Televisa hasta llegar a sus herederos. Ese camino retrata la historia de tres generaciones de Emilio Azcárraga –Vidaurreta, Milmo y Jean–, cuyas decisiones han tenido más incidencia en la historia nacional que las de cualquier otro empresario, pues a principios de este siglo, 80 millones de ciudadanos consumían diariamente los contenidos de Televisa, mientras los niños mexicanos pasaban más horas frente al televisor que en la escuela.
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