“Este no es el libro de un escritor, sino el de un testigo. Es una crónica, subjetiva y personal, de ciertas experiencias públicas y privadas que me acercaron a algunos escritores y otros protagonistas del mundo del libro, mi mundo desde los diecinueve años hasta hoy, más de cincuenta años después”, dice Guillermo Schavelzon, apenas empezado El enigma del oficio, el libro editado por Ampersand que compila sus memorias, que Infobae Leamos adelanta en exclusiva.
Schavelzon, que lleva más de medio siglo en el mundo editorial, fue primero librero, después editor y, desde hace dos décadas, agente literario, es decir, un intermediario entre los autores y las editoriales. Uno de los más importantes de habla hispana, de hecho.
Lo primero fue ser librero y luego un editor en el sello Jorge Álvarez: por esos años, apenas pasado sus veinte, viajaba por Latinoamérica a ver qué autores prometedores podía conseguir en la época en la que los autores prometedores eran Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Unos años después, a mediados de los sesenta, decidió que era momento de conducir su propia editorial y fundó el sello Galerna.
Fue en esa editorial que publicó -con gran éxito- Severino Di Giovanni: el idealista de la violencia, del joven Osvaldo Bayer. Años más tarde, publicaría allí también Los vengadores de la Patagonia trágica, también de Bayer. Se volvería un bestseller, la fuente de inspiración de la película La Patagonia rebelde, y el libro que, por sus contundentes denuncias, terminó de disgustar a las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas.
En esos años, Schavelzon padeció que pusieran una bomba en su librería, otra en el edificio en el que vivía y que lo amenazaran por teléfono. Para terminar con todo eso, apenas desencadenada la última dictadura militar y tras ayudar a Bayer a refugiarse en Alemania, Schavelzon se exilió en México: fueron once años alejado de la Argentina.

Después de fundar no uno sino dos sellos editoriales en México, sin alejarse nunca de la industria del libro, Schavelzon volvió del exilio y se convirtió en el director editorial editorial de Planeta en Argentina. Ocupó ese rol hasta poco tiempo después de que el escritor Gustavo Nielsen presentara una demanda contra el sello y también contra Ricardo Piglia. Denunciaba que la edición 1997 del Premio Planeta estaba manipulada para que resultara ganadora Plata quemada, obra del autor de Respiración artificial. Con los años, la Justicia le dio la razón a Nielsen. Schavelzon dejó de ser el director editorial de Planeta y se reconvirtió en lo que aún es: un agente literario que intermedia entre los sellos y los autores.
Su agencia es de las más renombradas en habla hispana y, a lo largo de todos esos años y todos esos roles, Schavelzon ha conocido a algunas de las estrellas más codiciadas de la literatura en castellano. En las páginas de sus memorias están Julio Cortázar, García Márquez, Elena Poniatowska, Juan José Saer, Elsa Bornemann, Mario Benedetti y Augusto Roa Bastos, sólo por empezar a nombrar. También están Diego Armando Maradona y Juan Domingo Perón, porque aunque no hayan sido escritores, tuvieron algo que decir a través de los libros.
“Nunca se sabe cuándo algo ya se puede contar. Quizás, como dice Emilio Renzi, ‘cuando la distancia, el tiempo transcurrido, nos asegura que no contamos los hechos, sino lo que recordamos de esos hechos’”, escribe Schavelzon, en referencia al escritor inventado por Piglia, una especie de alter ego, en la introducción a su libro.
También escribe: “No habría pensado en escribir estos textos si no hubiera sido por una sugerencia, una intervención decisiva de Ricardo Piglia, con quien, cuando nos encontrábamos con tiempo, hablábamos de historias de editores, escritores y su mundo, asuntos paraliterarios, como los llamaría Rodríguez Rivero. Él fue quien me dijo que tenía que escribir todas estas historias, que eran ‘una parte de la historia de la literatura’”.
“Siempre dediqué mucho tiempo a escuchar, lo que permitió encontrar nuevos caminos para cada cosa, nuevas ideas, y una gran proximidad con el otro. Trabajar con un compromiso tan amplio ha generado relaciones largas y reconocimientos amistosos que agradezco una y otra vez. Esto hizo que lo que podría haber sido solamente el trabajo se convirtiera en algo que me hizo y me sigue haciendo muy feliz”, cuenta el agente literario en sus palabras introductorias. Y después de eso, medio siglo de la historia del mundo editorial hablado -pero sobre todo escrito- en castellano.
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