José María Murià reconstruye el periplo del tequila desde la época prehispánica

Los cuatro elementos fundamentales de la esencia nacional, suelen presumir los jaliscienses, son el charro, el mariachi, el tequila, y el equipo de futbol Chivas, claro, antes de que éste se privatizara, afirma José María Murià (Ciudad de México, 1942), quien se ha dedicado con perseverancia a la historia de su tierra adoptiva, Jalisco, y ahora presenta un libro que narra el periplo de aquella bebida espirituosa, desde la época prehispánica hasta nuestros días.

En Un caballito de tequila, editado por la Academia Mexicana de Historia y la Secretaría de Educación Pública, el historiador nos permite llegar hasta los arcanos del hermano gemelo del mezcal y primo del pulque, escribe el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en el prólogo.

Ese destilado, que el poeta Álvaro Mutis describe como una pálida llama que atraviesa los muros / y vuela sobre los tejados para aliviar la desesperanza, desde finales del siglo XVIII fue conocido también como vino mezcal, y ya había llegado hasta Filipinas y Sudamérica, narra el investigador en entrevista con La Jornada.

Añade que existe el registro de que los barcos de la Nueva España que salían hacia el Viejo Mundo iban cargados de plata y de tequila. Después, ayudó mucho cuando, luego de la Independencia de México, en España se prohibió la exportación de sus productos; el aguardiente de uva ya no llegaba, entonces se fue consolidando como industria la producción de tequila, las gargantas secas necesitaban algo.

Con el entusiasmo mexicanista de la Revolución, continúa el historiador, “el tequila se convirtió en la bebida nacional más popular. Pero vino una crisis porque esa popularidad se concentró entre las clases sociales bajas, la ‘gente fina’ bebía otras cosas, de preferencia francesas, como el coñac. Eso abarató el tequila y dio lugar a que se autorizara en los años 60 la producción con 49 por ciento de otros azúcares procedentes de plantas de sospechoso origen.

“A eso se le llamaba, con ánimo de ofender, tequila ‘químicamente puro’, porque se hacía prácticamente en laboratorios. Hoy día, el tequila padece este problema, porque la norma oficial aún autoriza ese 49 por ciento. Entonces, si dicen que es un ‘tequila de norma’, ya se sabe que es un tequila falsificado.”

Murià reitera que un tequila de buena calidad es el que proviene cien por ciento del agave, “el cual, según dicen los médicos, tiene incluso propiedades vasodilatadoras, por ejemplo, para quienes padecen algún problema cardiaco, pero siempre, como decía el famoso arquitecto jalisciense Ignacio Díaz Morales: ‘Hay que consumirlo diariamente, no menos de uno, ni más de tres’.

La Jornada