La señora de las tlayudas

“Una señora se filtró a sala de llegadas del AIFA y comenzó a vender tlayudas”, anunció en Twitter la conductora de televisión Azucena Uresti.

“No podían faltar las tlayudas en el AIFA”, escribió en su cuenta de Twitter, Linda Dimitrov, que se autodescribe como consultora en imagen política. “Me da tristeza que nunca vamos a ser un país de Primer Mundo. Somos la cultura del tianguis y la garnacha”.

Lilly Téllez, la Senadora de Acción Nacional y firmante de la Carta de Madrid del partido fascista de España, Vox, escribió: “El NAIM” —es decir, el anegado aeropuerto de Texcoco— “será realidad en cuanto saquemos a estos léperos del poder. El primer vuelo será a Canadá, como símbolo de la aspiración de los ciudadanos por un país seguro, con Estado de Derecho, educación, salud, educación, prosperidad y libertad”, enlistó.

“No es clasisimo”, inteligió otro usuario de Twitter. “Sucede que nosotros sí entendemos qué es un aeropuerto internacional. No todas las obras de un Gobierno deben ser para el pueblo”.

“Aeropuerto chafa del Gobierno chafa”, balbuceó el vocero del exgobernador de Tabasco, Carlos Loret de Mola.

Y, haciendo alarde de talentos poéticos, otra usuaria escribió: “Por más que la abeja le explique a la mosca que la flor es mejor, la mosca no lo entenderá porque sólo conoce la basura”.

Aunque todos estos comentarios se refirieron a la entrega en tiempo, forma, y sin deuda del nuevo Aeropuerto Felipe Ángeles, lo que revelan es algo muy podrido de una parte de la sociedad mexicana. Me refiero, por supuesto, al clasisimo racializado; una forma de justificar las jerarquías sociales como naturales, debido al color de piel, las castas y los merecimientos. De acuerdo con esta fracción de los mexicanos, el nuevo aeropuerto simboliza una guerra de razas y clases sociales en la que el ejército lépero “se infiltra” en un espacio que no les corresponde, que no usará, ni entiende, porque no viaja en avión ni conoce otros aeropuertos, es decir, no sabe más que de “basura”. Penetran con sus “tlayudas” —que, los que saben, dijeron que, en realidad, son doradas toluqueñas—, introducen sin disimulo sus cuerpos morenos, sus apetitos desbordados, su politización que celebra, no el aeropuerto, sino el que haya sido construido sin corrupción. Se introducen e impregnan con sus olores léperos, nacos, chairos, morenos, de cuarta, lo que debió ser un oasis canadiense en medio de tanta mexicanidad: Fabrizio Mejía.

Sin Embargo