MC pierde posiciones siempre que compite en alianza con PAN y PRD

El partido de Dante Delgado más gana solo que mal acompañado. Como lo demuestran las estadísticas electorales, Movimiento Ciudadano no ha dejado de crecer en los comicios de diputados federales desde el 2003, cuando obtuvo el 2.26% de la votación válida, hasta 2021 en que alcanzó el siete por ciento.

Excepto por un descalabro: en 2018, abandonó su cercanía tradicional con las izquierdas para apoyar la candidatura panista de Ricardo Anaya y le fue muy mal: cayó hasta 1.78 por ciento. 

Sólo lo salvó de perder el registro, por quedar muy por debajo del 3 por ciento mínimo requerido, que la ley considera para conservarlo, es la votación de diputados, en la que obtuvo el 4.6 por ciento (gracias al éxito de Enrique Alfaro en Jalisco), pero venía de haber logrado un 6.4 por ciento, en 2015.

Un análisis de datos realizado por Milenio revela que, en votos absolutos, no ha dejado de aumentar su caudal de simpatías ciudadanas: pasó de 600 mil en 2003, a dos millones en 2012 (cuando postuló a Andrés Manuel López Obrador) y a 3.4 millones en 2021 (sin alianzas).

La estrategia de presentarse a elecciones en solitario, que sus líderes y figuras refrendan cada vez que hacen alguna declaración a la prensa, es en realidad algo reciente en la breve historia de Movimiento Ciudadano. 

Aunque su ideología oficial es la socialdemocracia, esa organización ha tenido tantos nombres (Convergencia por la Democracia y luego Convergencia, antes de MC) como plataformas de distintas tendencias políticas, y ha establecido diversas alianzas y coaliciones con todos los partidos con registro oficial, en cinco de los ocho procesos federales a los que ha concurrido, así como en muchos de los estatales.

En las primeras etapas de su existencia, acogerse a la sombra de un candidato con arrastre –Cuauhtémoc Cárdenas y luego López Obrador– como socio pequeño le permitió sobrevivir, conservando el millonario financiamiento público y posiciones en la Cámara de Diputados y el Senado, así como en congresos estatales y alcaldías. El naufragio de la candidatura de Ricardo Anaya; sin embargo, confirmó los riesgos de atarse a navíos perdedores.

En contraste, una política de alianzas con fuerzas locales conservadoras, a las que les permite usar el membrete conservando cierta autonomía, le ha dado réditos tan importantes que actualmente gobierna los estados y las capitales de Nuevo León y Jalisco, que tienen los dos núcleos demográficos más importantes del país después del de Ciudad de México, y juega un papel destacado en Campeche.

Desde las diferentes agrupaciones políticas y semipolíticas de la oposición, se insiste en que reclutar a Movimiento Ciudadano es indispensable para obtener la victoria, y se acusa que su reiterado rechazo en realidad es producto de un pacto no confesado o algún tipo de complicidad con su dos veces ex candidato presidencial López Obrador, para dividir a sus adversarios y facilitar la victoria de Morena y sus asociados.

Muestran incomodidad porque Movimiento Ciudadano no se comporta como las otras organizaciones apodadas “la chiquillada” y “la morralla”, por sus escasas votaciones. O también son llamados partidos “parásitos” o “rémoras”, por su costumbre de alimentarse de lo que los mayores les dejan caer. Pero justo en esto radica la reciente diferencia que tiene con PRD, PT y PVEM: por el momento, MC cree que antes que vivir de alguno de los dos extremos confrontados, puede crecer aprovechando lo que hay en medio de ambos, como una tercera vía alternativa a la polarización. Y las cifras lo confirman.

Milenio