La emoción de escalar o visitar las montañas más altas de México se ha convertido en temor. El Pico de Orizaba, el Paso de Cortés, el Nevado de Toluca y las faldas del volcán Iztaccíhuatl suelen ser visitados los fines de semana por cientos de turistas, quienes ponen a prueba capacidades como la agilidad y resistencia en estos lugares. Pero estas “reservas ejemplo” –así catalogadas por lo espectacular de sus paisajes– son peligrosas por el abandono y olvido de las autoridades federales y locales.
Los alpinistas y visitantes que acuden a esos puntos son extorsionados por grupos de la delincuencia organizada que se hacen pasar por ejidatarios y los obligan a pagar “derecho de vía”. Esas bandas aprovechan el auge de las actividades deportivas en las montañas después del encierro por la pandemia y que las áreas naturales siguen sin vigilancia.
Desde 2022, montañistas profesionales, negocios de la localidad así como empresarios del ramo han denunciado ante las autoridades de los gobiernos de Estado de México, Puebla, Veracruz y Morelos –a los que les competen las zonas montañosas– los abusos de quienes en principio se decían “ejidatarios”, pero en realidad son grupos criminales que se han apoderado de dichos espacios.
A fin de exigir un pago para ingresar, los delincuentes instalan retenes ilegales a las orillas de las únicas entradas de las tres reservas mencionadas, y mienten a los cientos de visitantes que se les debe pagar a ellos el precio por el acceso, que oscila entre 300 y 500 pesos por persona. Además, los conminan a usar únicamente sus servicios de recorridos, renta de caballos, cuatrimotos o vehículos especiales 4×4 para llegar al punto más alto, de lo contrario “algo les podría pasar” y ellos “no se hacen responsables de nada”.
Lo que no explican esos “ejidatarios” es que, además de pagarles a ellos, se debe comprar el boleto para ingresar a las mismas reservas, pero este último pago se hace a los administradores de esos espacios, empleados de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), dependencia del gobierno federal. Ahí es donde comienza el conflicto entre visitantes, funcionarios y extorsionadores.
“Es un robo de manera descarada. Gastamos ya como mil pesos y ni siquiera hemos entrado a ningún lugar. Abajo nos dijeron que a ellos había que pagarles, aquí nos dicen que sin boleto no entramos. ¿Entonces qué hacemos, a quién le creemos, a quién le hacemos caso? Luego no hay policías, no hay señal de celular: ¿a quién le pedimos ayuda? Está muy cabrón salir así. Uno viene a distraerse un rato, a salir de la rutina y termina con más miedo; aquí nos pueden robar, violar o matar y ni para dónde correr o a quién pedirle ayuda, es increíble”, protesta Violeta, quien junto con Emiliano, su pareja, pasó por una difícil experiencia al ir por primera vez al Pico de Orizaba.
Por las mañanas, debido a los retenes ilegales de presuntos ejidatarios, la fila para ingresar al Pico de Orizaba puede alcanzar hasta un kilómetro; todo porque se debe pagar el derecho de piso,
“Esa gente prácticamente nos tiene secuestrados aquí –advierte Moisés Pineda, alpinista profesional y víctima de los presuntos ejidatarios–. Hay mujeres o personas de la tercera edad que sólo busca un poco de distracción; otros somos profesionales y queremos escalar; hay también empresas que armas tours y tienen el tiempo contado. Sin embargo, no podemos pasar, no hay diálogo con ellos, sólo es: paga y pasas; no pagas, no pasas. Increíble”.
Los retenes se instalan los fines de semana, cuando en promedio hasta 3 mil personas visitan las montañas. Desde el viernes los presuntos comuneros se ubican en los caminos de terracería que conducen a los picos, en un intento de llegar a las partes más altas, que en invierno están nevadas.
Según las cifras de la Conanp, de viernes a domingo los falsos ejidatarios recaudan hasta medio millón de pesos. Algunos colectivos de alpinistas profesionales les han intentado hacer frente, pero en los retenes los presuntos comuneros ostentan palos, piedras y armas de fuego para intimidar a quienes se oponen a pagarles.
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