El cuentacuentos y promotor cultural Víctor Chi, fallecido el pasado 5 de enero, recibió un homenaje con la función colectiva de narración oral Cuentos de camino, que se transmitió ayer de manera virtual para hacer perdurar su legado en la escritura y la palabra, entrañable e indeleble.
Su pequeño hijo, Yiyis, y su viuda, Candy Alejandra Jiménez, cerraron el encuentro ¡Un minuto de… palabras! en el que más de 30 amigos y colegas compartieron microrrelatos, poesía y recuerdos de sinceridad y alegría exuberante que caracterizaban al artista, con cuyo misticismo al narrar mantuvo vivos los mensajes de los ancestros y abuelos.
Que nadie diga y que nadie cuente que no intentamos cambiar el mundo a través de la palabra y el arte, pintando este mundo con un mejor color, porque para el dolor del corazón, decía, no hay mejor ungüento que un buen cuento, expresó su compañera de vida y de quehacer, mientras sostenía en brazos la urna con las cenizas que pasó a su hijo.
Creía en esto, vivió como quiso, irreverente, siendo ese niño travieso, expresó después de escuchar las anécdotas que llegaron desde diversas latitudes que tocaron la labor de Víctor Chi.
Después de hacer una pequeña representación oral en complicidad con Yiyis, sus palabras de despedida fueron: La palabra está viva, lleva el corazón.
La familia recibió multitud de abrazos afectuosos y solidarios, mientras observaban, sonreían y asentaban ante cada participación en las que hubo momentos en que las lágrimas no resistieron y fluyeron como las gotas de lluvias de un poema de Eduardo Galeano, a quien se recitó en voz alta, o con el canto de La Llorona que se lamenta: ¿dónde estarán mis muertos?
La Jornada




