Las negociaciones entre Rusia y Ucrania en la ciudad turca de Estambul terminaron ayer, según quiera verse, con una ligera esperanza de acuerdo que propicie un alto el fuego, y si no la paz duradera que todos querían, una suerte de congelamiento del conflicto armado –el clásico ni guerra ni paz, sino…–, pero también con la sensación de que podría ser, cuando los jefes de los negociadores, los mandatarios Vladimir Putin y Volodymir Zelensky, evalúen costos y beneficios para su imagen de liderazgo, sólo una oportunidad perdida más.
Tampoco debe excluirse que la nueva propuesta ucrania haya despejado el camino para que Putin y Zelensky acepten reunirse y pongan fin a esta guerra.
Al menos, el jefe de la delegación rusa, Vladimir Medinsky, calificó de constructiva esta cuarta ronda de negociaciones presenciales y dijo que las iniciativas ucranias serán estudiadas, puestas en conocimiento del titular del Kremlin y, a la brevedad, se dará a conocer una respuesta oficial.
Se considera una buena señal que el viceministro de Defensa, Aleksandr Fomin, miembro del equipo negociador ruso, haya afirmado que para aumentar la confianza recíproca y avanzar en el diálogo Moscú decidió reducir de manera drástica las operaciones militares en las zonas de Kiev y Chernikhov.
Es prematuro sacar conclusiones. Lo que sabemos es que las delegaciones rusa y ucrania se sentaron a negociar cara a cara, por primera vez en dos semanas, con un proyecto de acuerdo sobre la mesa, centrado en la neutralidad de Ucrania, a instancias del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien quería que nadie se levantara sin tener apalabrado un alto el fuego.
La Jornada




