Tras 50 días, caravana migrante llega a CDMX y visita la Basílica de Guadalupe

La travesía fue larga. Tras mil 156 kilómetros recorridos en 50 días, la caravana migrante llegó anoche a la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México.

Libraron todos los obstáculos para alcanzar el objetivo, incluido un bloqueo de la policía de la Ciudad de México, justo en la entrada a la capital, el cual generó un enfrentamiento que dejó varios migrantes lesionados, tres de ellos con heridas severas, por lo que fueron trasladados a un hospital.

Pasadas las 10 de la noche, los extranjeros, la gran mayoría procedentes de Centroamérica, arribaron al templo del Tepeyac. Deseaban hacerlo justo el día que la tradición católica celebra a la Virgen de Guadalupe.

Los recibió el rector del recinto, Salvador Martínez Ávila, quien abrió las puertas de la Basílica exclusivamente para ellos, pues dos horas antes había cerrado sus puertas a los visitantes.

Sólo pasarán los migrantes, vienen a un acto de fe. Pedimos a los medios de comunicación esperar (afuera), esto no es un espectáculo, señaló el prelado.

Las 387 personas que participan en la caravana, entre ellos 75 niños y 121 mujeres, ingresaron al santuario, realizaron una oración y accedieron a la zona debajo del presbiterio, al pie de la Guadalupana, donde pudieron contemplarla. Al cerrar la jornada, los centroamericanos se retiraron a descansar en la Casa del Peregrino San Juan Diego, a espaldas de la Basílica.

Le prometí a mi mamá que llegando a la Ciudad de México iría a la Basílica. Somos creyentes y debo cumplirlo, dijo Rubí Elizabeth, una joven hondureña que viaja con su esposo y dos pequeños, una niña de ocho meses y un niño de tres años de edad.

Salieron de Honduras en julio pasado, han vivido más de cinco meses de penuria sólo para llegar a Estados Unidos. Esa es la fe. Darle una vida mejor a mis niños, dijo Rubí.

La caravana salió el pasado 23 de octubre de Tapachula, Chiapas. Ayer completó los mil 156 kilómetros que separan a la urbe fronteriza de la capital del país. No ha sido sencillo, a lo largo del corrido enfrentó diversas dificultades e intentos del Instituto Nacional de Migración (INM) por desarticularla.

La jornada de ayer fue extenuante. Temprano reiniciaron su marcha desde Río Frío, estado de México, donde pernoctaron la víspera. Caminaron durante horas por la autopista México-Puebla.

A lo largo del trayecto se dieron diversas negociaciones con representantes del gobierno capitalino, quienes en principio les ofrecieron autobuses para trasladarlos hasta el santuario guadalupano, pero horas después les informaron que se les trasladaría al albergue instalado en el deportivo Santa Martha Acatitla. Los migrantes lo rechazaron e insistieron en que su intención era llegar hasta la Basílica.

Kilómetros adelante, a la altura de la colonia El Rincón, de Los Reyes La Paz, justo en los límites entre el estado de México y la capital del país, unos 400 policías de la Ciudad de México, con equipos antimotines, se colocaron en formación para bloquear el paso de la caravana sobre la lateral de la autopista México-Puebla.

Los migrantes caminaron hasta estar frente a frente con los uniformados y se dieron momentos de tensión. Unos 15 minutos después, decididos, los hombres extranjeros se tomaron de las manos y avanzaron en contingente hasta chocar con los policías, que tras sus escudos trataban de contenerlos.

Fue entonces cuando se dio el enfrentamiento. Voló de todo: palos, piedras, trapos de fuego, tubos y hasta algunas carriolas en las que transportaban a los niños. Los policías regresaron algunos de esos proyectiles e incluso desde atrás de sus escudos lanzaban golpes contra unos aguerridos migrantes que, arrebatados, se lanzaban contra la valla policial en un desesperado intento para que se les permitiera el paso.

«Nadie nos va a vencer. No nos van a detener. ¡Nadie!, gritaba un hombre de Nicaragua con un rostro furioso. No les tenemos miedo, hemos pasado las peores en nuestros países», lo secundó un hondureño.

La Jornada